Cuatro años para acometer el Cambio político

 

Los números dan para que esta legislatura sea la del cambio del paradigma político que ha funcionado, a trabas y barrancas, desde la Transición. Por fin, ya se tiene por asumido que el proceso constituyente fue el mejor posible, pero fue un trágala, impuesto por la tutela que ejercieron los poderes fácticos del final de la dictadura: las familias económicas enriquecidas en la Dictadura, el Ejército y el entramado político filo franquista que sustentaba las instituciones políticas.

Tras una generación, cuarenta años, la sociedad española necesita y está madura para un nuevo contrato político, una nueva Constitución que rectifique imposiciones del pasado y se abra a la modernidad política. Una reforma constitucional presidida por la racionalidad y sin ideologismo sectario, y con una agenda clara de qué partes y qué cuestiones tienen que ser reformadas atendiendo, a la evolución sociológica del País y, también, a las necesidades de presente y de futuro de España para, en lo posible, conciliar la gran cuestión histórica del Estado que no es otra que su vertebración territorial.

Estas elecciones, las Generales y las Autonómicas y Locales, han puesto en evidencia tres datos interesantes y, posiblemente, de trascendencia definitiva. Tanto, que tras cuatro años de eternidad política, alguno de estos partidos triunfará y otro desaparecerá.

La primera obviedad, es que las tres derechas de ámbito nacional, coinciden en revindicar la visión doctrinaria de España como estado unitario, centralizado en la toma de decisiones y españolista, en el sentido de considerar que la nación española excluye otras realidades y nacionalidades. Esa fue la herencia del franquismo que tanto VOX, como el PP y Ciudadanos, reivindican como propia. Como anécdota, los tres partidos no ven necesidad en sacar a Franco del Valle de los Caídos para enterrarlo en un lugar discreto donde no pueda ser homenajeado con pompa de institucionalidad. Esa evidencia califica a las tres derechas como partidos reaccionarios, oponiéndose al Estado autonómico que fue diseñado para progresar hacia el estado federal.

En segundo lugar, estas elecciones han mostrado que Ciudadanos, el partido de la regeneración y la modernización del estado, ha resultado un fiasco o mejor, un engaño. Lo votantes del partido que fue animado con entusiasmo por una parte de la derecha más liberal, y opuesta a los oligopolios del neoliberalismo que ahoga la iniciativa  individual, y por clases medias progresistas votantes de izquierda, han visto como se ha renunciado a su identidad de origen para abrazar los mimos postulados del partido popular, acaso menos católico integristas, pero dejándose torear por VOX que sigue marcando el paso de la agenda política de sus necesitados consocios.

Y en tercer lugar, tras este maratón electoral, se ha visto que solo Pedro Sánchez tiene la capacidad electoral y el reconocimiento político, en España y en Europa, para impulsar un cambio en profundidad del sistema económico y social; que devuelva la racionalidad y el prestigio a la política, mirando al presente y al futuro de nuestro entorno globalizado con realismo sin dejarse arrastrar por demagogias del cortoplacismo populista.

Las tres derechas han hecho unas campañas electorales de desvergüenza, de propaganda de la peor calaña y desinformación, que a los historiadores recuerda las crónicas que se leían en la prensa española antes del golpe militar de Franco.

Pero, lo dicho. Algún partido se quedará en cuadros. Valls ya está preparado para merendarse a los de Rivera con el visto bueno de los fundadores del partido naranja.

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