El futuro se juega en Crimea.

Publicado el 1 de marzo 2014, en Ultima Hora

EL estado de Ucrania, frontera en ucraniano, entre la Unión Europea y  Rusia, responde a esa tipología de estado frontera que el geógrafo Halford J. Mackinder, considerado el fundador de la geopolítica, definía como estado “Buffer” (1904), o de área de influencia. Inspirador de la política exterior británica, logró que a final de la I Guerra Mundial se crearan Estados “tapón”, casos de Polonia y el fiasco de Yugoslavia, a fin de aislar y evitar el avance de la influencia de Rusia hacia el oeste.

El modelo de los estados de frontera, encajonados entre potencias fuertes, se justificaba por considerar que los territorios limítrofes constituyen zonas de contraste por motivos étnicos, religiosos o culturales y, en la mayoría de casos, conflictivos o por lo que, en un tablero de seguridad regional, eran mejor controlables desde un estatus de legislación ad hoc, como estado independiente.

En el siglo pasado, especialmente tras la II Guerra Mundial, la teoría de los estado “tapón” fue la receta que se aplicó en el diseño de la geopolítica mundial.

En Europa, Finlandia y Austria tenían estatus de neutralidad entre los bloque Soviético y Occidental, mientras que, en el resto del mundo, países de influencia, de una u otra superpotencia, actuaban de valedores y de gendarmes regionales a través de “estados tapón”; tipología de estados que se remonta a la Antigüedad.

En Ucrania conviven orígenes nacionales distintos, consecuencia de su secular pertenencia al imperio austrohúngaro por lo que el conflicto actual se entiende, más allá de nacionalismos, por la orientación geoestratégica que defienden los liderazgos encontrados excepto en Crimen donde, además, puede tratarse de una cuestión nacional.

En Crimea reside una importante minoría rusa de origen, 60 por ciento, tras la deportación de casi la mitad de la población ordenada por Stalin, en la década de los cincuenta, y una importante población turca de religión musulmana (12 por ciento), lo que podría ser determinante si se perfilara un estatus de nuevo estado. Por el momento, se demanda un estatus de mayor autogobierno con capacidad de política exterior, ¿Co soberanía? ¿Confederación? ¿Un nuevo estado? ¿Anexión a Rusia? El forcejeo entre Europa y Rusia, desigual a favor de la segunda, dará pistas sobre la geoestrategia que se va a generalizar en el futuro.

Un comentario en “El futuro se juega en Crimea.

  1. El futuro no se juega en Crimea. La jugada ya esta echada y Crimea simplemente permitirá ver las cartas que ya están repartidas. La Comunidad Europea no funciona porque se ha convertido en un club de participantes que solo buscan su propio beneficio y que se han especializado en discursos de derechos generalizados que no se acompañan de políticas adecuadas para mantenerlos y que pueden azuzar las peticiones de algunos pueblos para luego dejarlos abandonados.
    Ya sucedió en Croacia donde, varios años después de la guerra, había muchos ciudadanos llorando a los muertos en combate y odiando a los ciudadanos de la Comunidad Europea ya que manifestaban que sus paises (en este caso en particular Alemania) les habían prometido un camino fácil hacia la independencia y después les dejaron abandonados en una larga y cruenta guerra.
    En Ucrania se repite en parte la historia, donde la Comunidad Europea le ofreció recibirla en su seno, con la peculiaridad en este caso de que al actuar Rusia directamente no hay más posibilidades que echarse atrás o enfrentarse a Rusia, cosa que no va a hacer (aunque lo aparente con medidas como algún pais que no va a participar en los juegos paraolimpicos).
    La Comunidad Europea no va a enviar sus ejercitos a Ucrania y tampoco puede hacer embargos económicos dañinos (al revés si con el gas), así que no va a pasar de las palabras rimbombantes y hechos simbolicos de poca importancia. Estados Unidos tampoco va a intervenir militarmente (aunque en este caso, a diferencia de la Comunidad Europea, por considerar que Ucrania está fuera de su área de influencia directa).
    Va a quedar patente la debilidad de la Comunidad Europea que no puede acompañar con los hechos a sus palabras. O cambia la Comunidad Europea, cohesionandose y bajando a la realidad en la que tienen más fuerza las acciones que las palabra o sigue viviendo en el País de las Maravillas desgajandose cada vez más en un reino de taifas cada vez más débil y propicio a ser conquistado por otros estados con menos palabras bonitas y más ejercito y más cohesión interna.

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