Lo que empezó con un goteo informativo con crónicas, diríase en streaming, por un prurito de información en directo pero también por aquello que venía de China y, ya se sabe les tenemos ganas porque se han adueñado de la economía del mundo, ha terminado por convertirse en la profecía autocumplida. De tanto temer a escenarios posibles los hemos hecho realidad.
Con buen criterio, los medios han estado informando del día a día de la epidemia y de su extensión, pero haciendo más hincapié en el número de afectados y de fallecidos que de recuperados. Hasta hace un par de semanas nuestras televisiones de referencia seguían cayendo en el error de tratar el tema como si de una noche electoral se tratara.
El primer programa informativo serio se vio en televisión dos meses después del inicio de la crisis. En la L1, en que se mostraron testimonios de personas en cuarentena, y las intervenciones de expertos que explicaban la idiosincrasia del virus, calibrando la incidencia en el organismo y abordándolo como lo que es: una infección que podía tasarse y que mientras se adecuaban fármacos específicos, podían tratarse con éxito como otras infecciones virales mediante profilaxis y aislamientos de doble sentido. De un lado, evitar nuevos contagios y, del otro, garantizar ambientes de seguridad y tratamiento personalizado para facilitar que les propios organismos infectados pusieran en marcha sus propios mecanismos de defensa. Y el hecho de que el virus resultara más peligroso en personas con afecciones crónicas anteriores, generalmente de mucha edad, debería haber supuesto un factor de tranquilidad ya que, en eso, se parecía más a una gripe estacionaria que a una epidemia misteriosa y letal.
En la labor informativa, siempre buscando el delicado equilibrio entre informar sin ocultar nada o decir demasiado y provocar inquietud, seguramente el saldo ha resultado positivo, sin embargo no ha habido anticipación al desastre económico que se avecinaba más por contagio del pánico mundial, en por el nivel de afección en España.
De entrada sabíamos que la higiene es la primera de las medidas a tomar para minimizar los riesgos de contagio. Higiene que esta sociedad súper protegida y asegurada hace decenios que menosprecia. Somos más descuidados en todo, fiando que el sistema sanitario nos cuidará en caso de enfermedad, de accidente tráfico o de montaña, ¿Cuántos van a la montaña con deportivas y sin condiciones físicas?
Lo hecho, hecho está. Pero ahora debemos enfrentar cómo evitar el desastre que se nos viene encima. La caída del turismo puede desencadenar una crisis de magnitud superior a la de 2008, sobretodo porque creemos que es puntual y eso nos debilita asumiendo que se estará solo ante una mala temporada. Y esa conformidad inicial, por indolencia, puede precipitar el desastre total.
Hace falta que la economía balear, el sector turístico se revuelva a esta situación y reaccione con la máxima rotundidad y con campañas agresivas en los mercados emisores. Para ello, el tema no es tanto vender la excelencia de nuestro sistema asistencial, que también, sino transmitir al cliente que todo el sector turístico se moviliza para afrontar el reto de una pandemia que probablemente permanecerá por tiempo, y que es mejor pasarla en España, con mejor temperatura y sistema asistencial. Sobre esto, unos vecinos ingleses acaban de preferir pasar la crisis del coronavirus en su segunda residencia de Mallorca antes que en su residencia habitual en Londres. Me lo han dicho, por la confianza en el sistema sanitario español.
Esa confianza es importante. Y los hoteleros y las líneas aéreas deben transmitir ese clima de confianza. Unos y otros tienen que trasladar al turista que aquí estamos preparados para afrontar esta crisis, y para esto, cada hotel debería mantener una planta vacía para su ocupación por posibles casos infección, asegurando que se dispone de material de aislamiento y personal especializado dispuesto en caso de necesidad en el mismo hotel. Y lo mismo las líneas áreas, dejando sin vender las últimas cuatro filas, suministrando y ubicando en aislamiento de vuelo a quien pueda manifestar riesgo de albergar el virus. Solo transmitiendo esa seguridad se pueden minimizar los daños.