Tenemos derecho a la racionalidad

El afán de los líderes políticos de la derecha refundada por conseguir votos, está intoxicando el debate político con consignas catastrofistas y engañosas que pueden arrastrar a una bipolarización ideológica de consecuencias impredecibles. Porque, tanto empeño en centrar los mensajes en torno a temas tan poco racionales como los sentimientos nacionales, las creencias religiosas, las libertades o el derecho a la disidencia y, ahora se añade la cuestión monárquica, son invitaciones irresponsables a la fractura social.

Pero no solo son los mensajes que lanzan los partidos que aspiran al poder, sino el modo en que se proponen conseguirlo: con campañas de oposición negativas repitiendo aquella nefasta primera legislatura de oposición de Rajoy que se caracterizó por el no por sistema,y en mellar en cuestiones de trasfondo religioso como al matrimonio homosexual y el aborto, y en la campaña y recurso contra el Estatut de Catalunya, origen del tinglado al que nos enfrentamos.

No pienso que sea exageración comparar la actual derecha nacional española: PP y Vox, y Ciudadanos, con sus homólogos en el periodo republicano agitando la endeble estabilidad de los gobiernos con campañas demagógicas, obviando las repercusiones del crac del 29, y haciendo recaer los males del país en aquellos políticos republicanos que debían de lidiar, además, con la efervescencia revolucionaria que venía del reciente triunfo de la revolución Bolchevique.

Como entonces, la tríada de la derecha española personaliza los males de la crisis en el color socialista del gobierno al que aspiran a sustituir. Sin recorrido suficiente para enjuiciar el gobierno de  Sánchez, las críticas más duras se centran en las dos cuestiones que el nuevo ejecutivo tiene por principales: encauzar el desaguisado del gobierno popular en Catalunya y resarcir en algo la carga de la crisis que Rajoy hizo recaer en la parte más débil de la ecuación economía: los trabajadores, asalariados y autónomos,  y las clases medias.

El miedo a una próxima recesión, indudable como dicen los economistas (cuando se sale de una empieza el camino para la siguiente), es avivado en los discursos propagandistas de los partidos de la derecha católica, Vox y PP, y de Ciudadanos, la otra derecha pretendidamente moderna cada vez más alineada con los idearios del pasado. Por sus discursos populacheros y sin rigor, resulta evidente que el único propósito de la derecha que ha pedido el poder político, es recuperarlo a toda costa y para eso excita el miedo al intervencionismo. Fiel portavoz del neoliberalismo que propició la crisis no cree que haya que modular la dinámica salvaje de los mercados. Las derechas no discuten los fracasos del Sistema, por el contrario, son entusiastas defensores de los establishments que comenzaron a fraguarse en el siglo XIX y que solo se cuestionan cada vez que, tras una crisis, no pueden ocultar las ineficientes estructurales que producen.

Y es que, si en otro tiempo, la diferencia entre los partidos de derecha y de izquierda estaba, grosso modo, en que los primeros defendían los intereses y aspiraciones de hacendados y propietarios industriales, y los de izquierda, a los asalariados y a los pequeños comerciantes, hoy los autónomos, profesionales independentistas y servidores públicos; ahora, tras las experiencias de la globalización y sus consecuencias, con la brecha económica creciente entre clases sociales y entre países prósperos y dependientes, la izquierda busca un cambio de modelo de sociedad en tanto que la derecha busca perpetuarla, si fuera preciso, con más autoritarismo y restricción de libertades.(Publicado en Última hora, el 24/10/2018)

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