Continuismo o refundarse con un nuevo discurso territorial e integrador

Tras el fracaso de las Elecciones Locales y Autonómicas, atónitos por haber sido desalojados de gobiernos autonómicos y ayuntamientos que ya parecían feudos populares, en junio de 2015 se impulsó una rápida renovación con que afrontar las elecciones Generales de final de año. Una renovación que se quedó en cambio de logotipo y generacional, pero nada de tocar el acervo ideológico, que tanto había estresado la legislatura, o la política respecto de Catalunya; dejando que el independentismo, armado argumentalmente, consiguiera la mayoría absoluta en las elecciones al parlamento catalán.

En las elecciones Generales de diciembre de 2015, el PP no supo valorar que la merma en escaños, a pesar de su amplia mayoría, era un claro indicador de que ya había perdido la confianza de sus electores amortiguada, solo, por el recuerdo del zapaterismo  y el temor a los desconocidos Ciudadanos y Podemos. Los nuevos partidos hubieran tenido un mejor resultado en la repetición electoral de junio de 2016 si, tres días antes de la votación, no hubiera ganado el brexit calando el discurso agitado por los medios de comunicación del pánico a los populismos.

Con Rajoy reinvestido, por los votos del PSOE y la dimisión de Pedro Sánchez, el congreso del partido popular de enero de 2017 fue plácido y de regocijo; superada la legislatura de marcada por la lucha contra la crisis y en el chirrío de tensiones internas. Como la que provocó la marcha atrás en la reforma de la ley del aborto, las discrepancias en torno a la ley mordaza o la política frentista respecto a Catalunya. Todas ellas tenían detrás enconadas diferencias ideológicas de fondo. En definitiva las dos almas, no siamesas, que se guarecen en el partido popular. Los conservadores doctrinarios, más o menos escorados hacia la derecha dura o hacia el espacio democristiano, que ha estado marcando la agenda política, y los liberales, más o menos puristas o liberal regionalistas arraigados en la economía regional.

Los delfines de Rajoy contra García-Margallo

Una vez conocida la composición del gobierno de Pedro Sánchez, y la popularidad de las primeras iniciativas respaldadas por las encuestas, algunos analistas aventuran que el PSOE podría ganar las próximas elecciones y continuar en la Moncloa. Eso llevaría al PP a seguir en la oposición en la  próxima legislatura, independientemente de quien fuera elegido presidente y candidato para las próximas elecciones Generales.

De modo que ante las primarias del jueves, tendría mucho sentido político elegir a un candidato de transición que tuviera el temple y las ideas claras para conducir al PP a una renovación, actualizando el discurso ideológico acorde con la España actual que tiene muy poco que ver con la de hace cuarenta años.

Porque, ni Santamaria, la responsable desde el inicio de la política de Rajoy respecto Catalunya; ni Casado, el hombre de Aznar y que dice querer la refundación de la derecha pero, visto el personaje, con tintes más retrógrados; ni Cospedal que hace de la España centrípeta su divisa de campaña, están capacitadas para articular un nuevo discurso nacional compatible con una visión plurinacionalidad de España que,  según las encuestas, es compartida por buena parte de los españoles.

Los tres competidores con mayores expectativas de llegar al duelo final, candidatos del continuismo de Rajoy,  pretenden apartar de la carrera a García-Margallo dejando caer que por edad no sería un perfil de futuro, sin embargo, tampoco ellos tienen seriamente posibilidades para llegar a la Moncloa a corto plazo, y la muestra es que se están preparando para reeditar aquella nefasta oposición de Rajoy en 2004. Como antes, la batalla se centra en la cuestión catalana pero ahora también poniendo palos a las ruedas de la normalización de la convivencia en Euskadi. Así cabe interpretar el pacto que se ha propuesto entre Santamaría, Cospedal y Casado, de adulación a las víctimas de ETA, para  torpedear el acercamiento de presos a las cárceles del País Vasco. Es el mismo lenguaje frentista de hace años, con expresiones de traición y etcéteras, manteniendo la tensión cuando lo que España necesita es llegar a consensos sociales y políticos con proyección de futuro.

De estas elecciones primarias, de aguachirri, en las que solo un siete por ciento se ha inscrito para votar, lo que mostraría una militancia muy de pose o que no percibe nada que le suscite el mínimo interés, elegirán a la postre los compromisarios; que es como decir el aparato que se nutre de cargos públicos, o aspirante a ellos, con claras expectativas y compromisos personales.

Es de desear que el nuevo liderazgo sea capaz de superar lo mucho y mal que se ha hecho y encare la nueva etapa como oportunidad para integrar a los que piensan que el PP tiene que adaptarse a una sociedad cambiante que precisa de un nuevo centro derecha moderno y europeo y liberal, y, para una España que se integre, federal, como sus admirados socios europeos.

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