En las últimas encuestas publicadas sobre intención de voto, el partido popular parece haber perdido ya la batalla por el centro político. Metroscopia, El País (12-ENE), reflejaba que Ciudadanos está en el 27,1 por ciento en intención de voto. Pero según GAD3, ABC (14-ENE), gracias a la Ley electoral que perjudica en las circunscripciones más pequeñas a Ciudadanos, el PP se mantendría como primera partido con 97-101 escaños, seguido del PSOE con 93-97. Ciudadanos estaría entre 86 a 90 y Unidos Podemos, 42 a 44. El PP habría perdido dos millones de votos en favor de ciudadanos. Pero lo relevante, es que cuando se pregunta sobre qué partido tiene un proyecto adecuado de futuro, el 44 por ciento señala a Ciudadanos y solo el 20 por ciento se decanta por el partido popular. Entre los votantes del PP, el 68 por ciento consideran que Ciudadanos tiene un claro proyecto para España, por el 58 por ciento que piensa que lo tiene el propio partido popular.
La opinión de Rajoy, como nos tiene acostumbrados, es que no pasa nada. No le perturban los resultados de Catalunya ni las encuestas adversas, mientras dan mucho que pensar a pesos pesados como Núñez Feijoo, el presidente de gobierno sigue su erre que erre de que con cifras macroeconómicas favorables el electorado volverá al redil de la continuidad. El presidente de gobierno se equivoca de medio a medio al creer que se puede sostener el futuro político de elección en elección. Ahora pretende que la recuperación del PP está en no verse sorprendido por una adelanto electoral en Andalucía buscando un buen resultado que le garantizaría un acuerdo con Ciudadanos. Craso error de cálculo, o empecinamiento voluntarista, porque la formación de Albert Rivera ya está convencida de que puede sustituir al partido popular como referente del centro derecha español
De tanto dejarse dirigir por la derecha más intransigente que existe en este país, que apela con facilidad preocupante a lugares comunes propios de épocas pasadas, el partido popular ha dejado de ocuparse de la su funcionalidad como partido político, y se ha convertido en una organización endogámica cuya razón de ser es ganar elecciones y asegurarse que los negocios políticos y económicos queden dentro de sus círculos de confianza. De ahí las tramas probadas de corrupción y la decapitación e imposibilidad de que nuevos liderazgos, con nuevas ideas, pudieran progresar.
El futuro del PP pasa por materializar ahora ese viraje al centro que se lleva esperando desde que Aznar lo anunciara para buscar la mayoría absoluta en su segunda legislatura, y que luego olvidó, cuando se creyó tocado por el destino para ser el Richelieu de España y, como aquel, por encima de su Rey y hacedor del nuevo estado centralizado que heredó el rey Sol.
El PP, ahora, ya no puede limitarse a una regeneración política blanda, de higiene y cosmética política, eso ya no le reportará credibilidad vista la insulsa renovación de junio de 2015, sino que ha de actualizar su discurso significativamente, posicionándose con claridad frente al liberalismo uniformador y oportunista de Ciudadanos. Y, disponiendo de mayoría de gobierno con Ciudadanos, o con los socialistas, y de mayoría absoluta en el Senado, el PP tiene la oportunidad de reconciliarse electoralmente, quizás con nuevos votantes, si sabe afrontar el tema de Catalunya con ganas de solucionarlo. Sin duda, con un acuerdo constitucional con el soberanismo no independentista catalán, cerrando el contencioso que se abrió en junio de 2010, con la sentencia del Tribunal Constitucional.