Despejado el tema de la investidura llega la hora de ver cómo se va a configurar el nuevo gobierno y con qué apoyos parlamentarios podrá contar en esta legislatura, que debería ser corta y con la excepcionalidad de acometer reformas constitucionales de alcance. Del mismo modo que el nuevo gabinete de Rajoy debería de tener un perfil mucha más centrista y posibilista con Catalunya que el anterior, sería bueno que no fuera sistemáticamente, no parece que vaya a ser así, torpedeado por un PSOE con la necesidad de lavar su conciencia ante el desatino del asalto a la Secretaría de Pedro Sánchez que, no se olvide, fue elegido en primarias por el 60 por ciento de la militancia.
El fiel de esos equilibrios de legislatura va a recaer fundamentalmente en Ciudadanos, al que Rajoy tentará de implicar en su gobierno con la clara intención de asimilarlo. Los de Albert Rivera tendrán que medirse, compensando su apoyo al nuevo gobierno con la determinación del discurso reformista y regenerador que llevaron en las campañas electorales. Deberán ser exigentes, no sea que sus compromisos electorales queden diluidos en el calendario político marcado por Mariano Rajoy que, buscando completar la legislatura, retrasará cuanto pueda las reformas de no sean de su agenda.
Ciudadanos puede perderse como alternativa política, y de gobierno a medio plazo, si no es capaz de hacer valer su programa de reformas y si no actualiza su discurso antinacionalista. Respecto a lo primero, debería priorizar la reforma de la ley electoral, que es posible sin tocar la Constitución, revisando el actual sistema de listas cerradas y bloqueadas; cambiando, por otra, la ley d’Hondt para mejorar la proporcionalidad y estableciendo un mecanismo para que los restos electorales, que actualmente se dejan sin representación, se contabilicen en otra lista a escala nacional. Y en cuanto al voto exterior, que vuelva a la facilidad de trámite que tuviera con anterioridad a la reforma del último gobierno de Zapatero. Pero Ciudadanos malgastaría su capital político si no condicionara su apoyo de gobierno a una reforma constitucional profunda, que afecte a la representación política: modificando de las circunscripciones provinciales y al número de senadores y diputados, y fijando la circunscripción autonómica para las elecciones al Senado; y, para el Congreso, definiendo unos nuevos distritos electorales equilibrados en población.
En cuanto a su posición frente a los nacionalismos, Ciudadanos debiera tener claro que una cosa es marcar espacio y perfil político alejado del nacionalismo o regionalismo, sosteniendo su programa político desde la premisa de que España es una nación unitaria al estilo de Francia o Alemania, y otra muy distinta es su visceral oposición o incapacidad de poder llegar a acuerdos con regionalistas e independentistas. Una reforma federal consistente, coherente con el doctrinario liberal, tendría potencia para neutralizar, o postergar sine die como en el caso vasco, la radicalidad independentista.
Ciudadanos será beneficiado en su futuro político si sabe jugar sus bazas con inteligencia y habilidad. Debe desembarazarse de su origen antinacionalista y conformar un discurso y proyecto de futuro ajustado a la nueva realidad española desde la superación de prejuicios y lastres ideológicos pasados.
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