Iglesias debe intentarlo. Perfil del votante.

Mientras era el agitador incisivo, poniendo al descubierto la podredumbre política de este país, Pablo Iglesias recogía simpatías transversales. No solo de quienes son las victimas inmediatas de ese capitalismo financiero, causante de la crisis, sino también de otros y amplios sectores de la población, menos afectados, que miraban a Podemos como movimiento provocador y como la única vía democrática capaz de reconducir la deriva destructiva a la que se abocaba España devolviendo la moralidad a las instituciones.

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Indispensable en las principales autonomías, Andalucía caso aparte, Podemos se ha convertido en partido de gobierno, es decir, con capacidad de formar gobierno. Iglesias hizo un buen trabajo en hacer creíble que una opción política, radicalmente distinta en su estructura a lo que se suponía que debía ser un partido, deviniera un partido de masas. Así fue como consiguiera Lenin llegar al poder pero, como aquel, Pablo Iglesias parece incapaz de revestirse de humildad siendo, con sus correligionarios, un compañero más que un dirigente. Como secretario general, Iglesias está deconstruyendo la democracia interna cuando ha impuesto candidatos en estas últimas elecciones generales, con la excepción de las marcas regionales (las de mayor apoyo electoral, por cierto) y lo está haciendo cuando impulsa un referéndum de consulta con una pregunta tramposa ¿Apoya un gobierno de PSOE y Ciudadanos?

La interrogación está pensada para el no. La pregunta correcta, dada la precisa situación política hubiera sido ¿Apoya un gobierno del PSOE con Ciudadanos y con aportaciones de Podemos? Esa pregunta reflejaría la foto de la realidad porque aún existiendo un pacto de PSOE y Ciudadanos cabrían aportaciones de Podemos; hasta de un 77 por ciento ha dicho Pedro Sánchez. Sin duda, Pablo Iglesias es un buen analista político, pero se excede cuando cree que será capaz de volver a movilizar a su electorado con cuatro discursos de final de campaña. Menosprecia que en el histórico electoral la abstención se ceba en la izquierda; bien es verdad que en la izquierda acomodada, la del centro y socialdemócrata. Pero, ¿acaso Podemos no ha tenido votos prestados de esa izquierda, a costa de los socialistas?

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Ciudadanos representa la derecha neoliberal, triunfante en la política internacional, pero más eficiente y agresiva que la representada por un partido popular que, desde su fundación, está secuestrado por la continuidad sociológica de Alianza Popular. Albert Rivera ofrece diálogo y humildad para entenderse con los demás. Quizás sea así su talante personal, un neo Suarez de mente fría y corazón en la izquierda, pero rodeado de compañeros de dirección que rebosan doctrina e inmovilismo ideológico; lo llaman convicciones y firmeza, y deben serlo porque pretenden en España reproducir el tándem Reagan-Tatcher, muy valorado por la derecha económica, que supuso desmantelamiento social e ideológico.

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Pedro Sánchez tiene poco margen de maniobra. La derecha socialista, encarnada por Susana Díaz (algún día debiera explicar cómo la secretaria general del PSOE en Sevilla, 2004-10, podía no enterarse del asunto de los ERE), le corta las alas de un pacto amplio. Le queda ser valiente y tirar de sus propias intuiciones. Rajoy en el gobierno, supone continuar atornillando a las autonomías que soportan un muy injusto reparto de los ajustes.

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