Muchos articulistas coincidimos en publicar reflexiones en torno al fracaso de la multiculturalidad.
Esa actitud de no interferir en los resortes ideológicos que se mueven dentro de los grupos de inmigración, que contribuye a la marginalidad, y que abona la formación de guetos culturales y sociales donde los valores occidentales no entran a formar parte del código de conducta de las nuevas generaciones. Me decían en los Servicios Sociales de Son Gotleu, que “han venido para quedarse pero no tienen ningún interés en integrarse; quieren que se les dejen a su aire como una isla pero, eso sí, conocen muy bien sus derechos a la educación, al trabajo y, sobre todo, a la sanidad y a percibir subsidios que, dado que se trata mayormente de familias extensas, pueden ser suficientes para sobrevivir”
Para los voluntaristas de la multiculturalidad les recomiendo el ensayo de Giovanni Sartori “La sociedad multiétnica”, donde reflexiona sobre ese manido concepto de multiculturalidad que se usa impropiamente como sinónimo de pluralismo.
El pluralismo se entiende como la posibilidad de varias opciones culturales e ideológicas dentro de un espacio cultural de referencia que vertebra el marco de la convivencia de esa sociedad. Es decir, pluralidad es la diversidad dentro de la aceptación de los valores comunes de la sociedad que acoge la inmigración: Respeto por las culturas de la inmigración desde la indiscutible obligación que éstas asuman los valores y principios esenciales de nuestra sociedad; las libertades individuales, de conciencia; igualdad de sexos…las instituciones que vertebran la civilización occidental.
El pluralismo está relacionado con la tolerancia, con el respeto al otro en costumbres, religión, idioma…, pero al mismo tiempo se exige del inmigrante la aceptación plena de la realidad de haber llegado a una sociedad distinta, y a la que deberá integrarse compartiendo sus valores constituyentes para poder ser también ciudadano de ella.
Le comentaba al conseller de Educació, que en esta legislatura habría de proponerse elaborar un nuevo currículo en el que, entre otras, se tratara la cuestión religiosa desde una óptica laica. En mi artículo: “Debemos gestionar el tema de dios” (UH, 30-09-15), decía: La sociedad debe de introducir elementos de crítica en las religiones ya que éstas tienen como su objeto natural convertirse en códigos de conducta moral y social, dictando normas y leyes que van a pretender limitar la libertad individual y el sistema de derechos y libertades civiles de sus adeptos y, por ende, del resto de la sociedad.
La salud política y social en el siglo XXI exige tener presente el sentido crítico de lo religioso desde la razón, desde una óptica externa aportando reflexiones que, de otra forma, jamás serían suscitadas.
Esa crítica objetiva solo puede proceder de la filosofía de las religiones y desde la visión racional de la creencia: una consideración laica del mundo religioso o una aproximación de las religiones desde la sociedad laica.
El sistema educativo debe, en esa dirección, incorporar la historia y filosofía de las religiones en sus currículos porque la enseñanza religiosa no puede cederse a cada una de las confesiones que contienen sus propios resortes contra su crítica y evolución.
(Publicado en UH, el 25/1172015
enhorabuena Xavier, este artículo me parece muy valiente y acertado, se hace imprescindible que defendamos nuestros principios sobre todo en nuestra casa, y especialmente las mujeres que hemos y seguimos luchando tanto para conseguir el respeto que nos merecemos.
También es cierto que el desconocimiento del otro provoca que nos dejemos llevar por ideas preconcebidas y prejuicios, así que me parece muy bien el estudio de otras culturas y religiones en profundidad. Gracias
En efecto. Es muy fácil hablar de idealismos. Pero cuando se desciende a ras de tierra, no digo el contacto con familias a puerta cerrada donde la observancia de los preceptos del islam pueden relajarse, sino en las manifestaciones públicas esas que caracterizan la imagen externa y actúan de presión social, entonces se advierte el autoritarismo y la intolerancia.
La definición “han venido para quedarse pero no tienen ningún interés en integrarse» que comparte alguien desde los Servicios Sociales en Son Gotleu, supongo que es el retrato que se hace de esos grupos minoritarios de inmigrantes con serios problemas de adaptación. Los Servicios Sociales no solo trabajan con los grupos mayoritarios de inmigrantes que se adaptan más fácilmente, en particulatr aquellos que tienen afinidad de idioma, cultura e historia. Aportan lo que el sistema brinda para ayudar a integrar al inmigrante a una sociedad cosmopolita como la Balear. Su labor tiene tanto éxitos como fracasos. Pero no conozco de ningún programa (de esos u otros Servicios) que formen conciencia en la población anfitriona para la recepeción e integración del inmigrante. Por eso, la multiculturalidad fracasa cuando se la ve de una sola vía. Más claro: no solo fracasa cuando el inmigrante no quiere o no puede adaptarse, sino cuando el anfitrión no puede o no quiere ayudar a que se integre. Somos los seres humanos los que hacemos cultura. La cultura no hace más o menos humano a nadie.
Supongo que siempre se pueden diseñar mejores estrategias para incentivar relaciones interculturales. Sin embargo, la idea que me han transmitido equipos que trabajan en la zona desde hace más de 10 años, es que tienen comprobado que cuando se convoca a los vecinos de la barriada a actos comunitarios la afluencia mayoritaria es de inmigrantes latinos o del Este, de los pocos que viven en Son Gotleu. Por lo que se refiere a los de cultura musulmana, sobre todo los magrebís, solo aparecen cuando saben que hay reparto de víveres, ropa, etc. Y mayormente son las mujeres con hijas niñas, no jóvenes.
El equipo que trabaja allí está muy desanimado. Han comprobado que el comportamiento mayoritario, por no decir totalmente, de la población musulmana tiene relación directa con el Imán de turno. Han observado que el velo se intensificó a raíz de un cambio de Imán. Las entrevistas las realicé en abril de 2014)
El problema es que el Corán contiene suras explícitas contra «los infieles» que no tienen nada que ver con lo de «religión de paz».
Paz en la idílica Toledo de las 3 culturas donde judios y cristianos tenían vedado acceder a la relevancia política, mientras vivían bajo la observancia de los dominadores, los musulmanes. Cierto que hubo personajes, tanto cristianos como judíos, que adquirieron relevancia pero eran individualidades reconocidas por su sabiduría. Eso no es convivencia. De hecho, si uno se acomoda a la ley islámica, ningún problema en llevarse bien.