Publicado en Última Hora, el 28/10/15
Ajeno a cualquier autocrítica sobre su política económica y social que ha dejado en la cuneta a millares de pequeñas y medianas empresas, entre otras, por falta de financiación que se destinó a salvar instituciones financieras hundidas y sin rubor por restringir derechos sociales y las libertades de expresión, con una ley mordaza que penaliza derechos de manifestación con multas que recuerdan las que imponía el régimen de Franco, la cúpula del partido popular está convencida que su pérdida de apoyo electoral es una cuestión de imagen y comunicación.
Nada que ver con promulgar leyes a la imagen de su minoría conservadora, ni a su política nacional. Por lo que respecta a Catalunya, Rajoy sigue creyendo que se trata de una cuestión de orden público y sigue prometiendo más mano constitucional si repite como presidente de gobierno. Quizás tengan razón los que creen que la Constitución votada hace una generación y que ya, en su momento, fue criticada por insuficiente y amoldada a los poderes fácticos un ejército golpista y el aparato sociológico franquista, es inmutable. Si se sigue así podrán enorgullecerse de no haber cedido ni un ápice, pero Catalunya se habrá ido de España.
En la entrevista emitida el lunes por televisión, el presidente Rajoy se satisfizo de sí mismo. Continuó su latiguillo de que todo el problema era no haber sabido explicar la labor del gobierno que había conseguido la recuperación económica según se visualiza en los índices estadísticos. Silenció, en cambio, que las magnitudes macroeconómicas no reflejan la economía real y que el 82 por ciento del empleo que se crea es temporal. Y que las personas que acceden a esos nuevos puestos de trabajo no salen de su situación de pobreza; que con sueldos por debajo del umbral mínimo no pueden cubrir sus necesidades. Con soberbia y desdén, tiró de patrioterismo cuando desdeñó a los que le discuten su triunfalismo. ¡Cenizos pesimistas! Como aquellos que recelaban del país de la Champion de los últimos años de Zapatero.
Aquí, en Baleares, a diferencia de Génova, la autocrítica sí ha llegado a la sala de máquinas. El 80 por ciento de las agrupaciones de PP en Mallorca se decantan por Mateo Isern como cabeza de cartel para el Congreso lo que supone un enfrentamiento claro con la línea del aparato del partido personalizado en el presidente de la junta territorial de Palma, José María Rodríguez que, conviene recordarlo, renovó su cargo porque José Ramón Bauza maniobró engañando a Isern e impidiendo que presentara su candidatura.
Mateo Isern y Miquel Ramis son los nombres que suenan para encabezar las candidaturas. A Isern le avala su posicionamiento sensible con la ciudadanía durante su etapa como alcalde de Palma, en temas como la exigencia del catalán como requisito en Cort o la oposición al macropuerto que suponía el proyecto de ampliación del Club Naútico del Molinar. A Miquel Ramis, su cercanía y mejor sintonía con la militancia local que con los despachos. Veremos si la sensibilidad de Génova, que decide en última instancia los candidatos, está por seguir reforzando un PP conservador y españolista o va a permitir que la militancia local elija sus candidatos. Luego tendremos que referirnos si detrás de los nuevos nombres hay mejor ideología o no.