Las recientes elecciones autonómicas en Andalucía han confirmado el final del bipartidismo en los términos en que se venía repitiendo desde 1993. Es decir, que los dos partidos mayoritarios siguieran ocupando más del 85 por ciento de los escaños en disputa, y obtuvieran más del 80 por ciento de los votos emitidos. Los escaños socialistas y populares han sumado el 73,39 por ciento, y en número de votos el 62,19 por ciento. El bipartidismo, en el sentido de la claridad de dos formaciones políticas que dejaban a las demás como meras comparsas de acompañamiento ideológico, se ha terminado. Las mayorías que PSOE y PP cosecharon no les permiten la hegemonía en sus respectivos espacios ideológicos. Y esa nueva realidad electoral vislumbra un nuevo escenario político.
Del correctivo que ha cosechado el partido popular, cabe extraer dos lecturas que sí serían extrapolables al resto del Estado. La primera es que el PP podría conseguir en torno a un máximo de un 35 por ciento de votantes en las próximas Elecciones Generales y, eso, siempre que la evolución de Ciudadanos no se acelere y acabe convenciendo al fiel votante popular que la nueva formación política es capaz de ser alternativa de gobierno.
La segunda, es que la gestión económica realizada por el gobierno de Rajoy, con buenas expectativas macroeconómicas y muy limitadas en cuanto a las economías domésticas, no va a ser un aval suficiente para que el electorado que le diera la confianza en 2011 vuelva a hacerlo. Para muchos analistas, esta evidencia valida la idea que se vea a Ciudadanos como el partido de centro derecha llamado a ocupar el sitio del PP en uno nuevo bipartidismo, esta vez sí entre dos opciones homologables desde el centrismo, centro derecha de Ciudadanos y centro izquierda el partido socialista. Por lo que se refiere a Balears, el PI puede aglutinar a un sector de los de Cañellas, que no van a fiarse de un PP que ha mostrado en cuatro años de supuesta estabilidad política, un reguero de damnificados a golpe de dimisiones y ceses.
Ciudadanos, que en Baleares aparece aún con muchas incógnitas, se perfila como un relevo atrayente para atemperar en un futuro parlament sin mayorías claras. La formación que se define como nacional española y federal, más allá de la etiqueta liberal demócrata con que conocemos a Ciutadans desde su fundación en 2006, se ha perfilado, en estas elecciones andaluzas, con el propósito de aglutinar el centro derecha y como relevo de un partido popular sin rumbo político y desgastado, con sospecha de clientelismo político.
Para el votante popular, el mayor atractivo de Ciudadanos tras una legislatura tormentosa, es que tiene voluntad de representar el centro derecha desde un centrismo dialogante, de toma de decisiones eficientes, alejado de inmovilismos ideológicos sin lastres de familias políticas, y con perspectiva de modernidad y de sintonía con las nuevas exigencias de una sociedad que aspira a la regeneración de las instituciones, su revisión y adecuación a las necesidades de hoy y de futuro.
Si quiere retener el centrismo regionalista, el PP va a tener que retirar de sus candidaturas a destacados adalides conservadores que se han caracterizado por su entreguismo oficialista, e incorporar nombres de credibilidad de País.