Hace seis meses, en plena ofensiva contra las prospecciones petrolíferas y la mala financiación de Baleares dije, a un asesor de lujo de Bauzá, que el President podría aspirar a ser un político de referencia en España cuando, cosechado el fracaso de Rajoy en el tema catalán y su incapacidad como político de Estado, se abriera la sucesión en el PP.
Manifesté mi interés en hablar con el President para transmitirle que los errores cometidos deberían de conducirle a plantear una estrategia de largo recorrido, para poner al PP a la altura ideológica de los partidos de centro derecha de los países de referencia de la Unión Europa. Y que, para ello, tendría que reflexionar sobre la experiencia de estos tres años de gobierno y sobre los nefastos compañeros ideológicos que le han aupado, precipitándolo hacia posiciones poco maduradas y socialmente insostenibles; incluso de dudosa legalidad, como falló el Tribunal Superior de Justicia de Baleares la semana pasada.
En el activo de Bauzá, dos fortalezas que le dan crédito como político: su posición inequívoca contra la corrupción y las malas prácticas en la gestión pública, y su voluntad de ajustar las administraciones al tamaño necesario para garantizar con solvencia los servicios al ciudadano. En el pasivo, su empeño ideologista, como el del presidente Rajoy, al tratar de imponer su programa electoral a la sociedad, amparándose en las mayorías absolutas alcanzadas en 2011, leyendo errónea y torticeramente aquéllos resultados electorales. Dije, al privilegiado e influyente interlocutor, que si el presidente Bauzá quiere ser algo más que un articulito, y un nombre en un listado, en las páginas de Wikipedia, y quisiera realmente hacer un servicio a la sociedad y, en mayestático, a España, tenía que dar el paso de armar un corpus ideológico mirando al futuro y sólidamente sustentado. Y dejar de estar lastrado por esa etiqueta conservadora, que en el partido popular no es mayoritaria y solo defendería con ardor una cúpula anclada en el pasado, y en el aparato, y un buen número de cargos públicos de ida y vuelta, que aguardan a la sombra de algunas prefecturas.
El presidente Bauzá, en abril aún no se advertía el alcance del varapalo de las europeas, estaría, aún, en disposición de reconciliarse con quienes le votaron en 2011, y abundando en mi análisis dije, a mi ilustre interlocutor, que siendo el trilingüismo una inteligente y audaz iniciativa, que por lo demás comenzó su andadura con el conseller Fiol, se había implementado muy mal, sin atender a criterios pedagógicos ni tener cuenta a los profesionales de la educación, y con un claro marchamo autoritario y de imposición lingüística. Añadí, que si el President quería tomar el camino de la reconciliación con el electorado que le votó, tenía que asumir públicamente alguna penalidad: Reconocer que el TIL fue precipitado e impulsar una negociación amplia, con relevos en la Conselleria y la vuelta de exconseller Rafael Bosch, en una nítida señal de cambio.
La nueva Consellera, Núria Riera, con miras de altura política, tiene que aportar proactividad y un plus de disposición y destreza, incluso una revisión del currículum entre todas las partes, que diluya el fiasco.