La debilidad de nuestra economía.

 

Hace unos días se publicaba que más del 50 por ciento del gasto turístico se queda en los países de origen. Este es el mal endémico del turismo, su estructura comercial en manos de turoperadores que, dicen,  tener la capacidad de dirigir al consumidor hacia los destinos que resulten más rentables. Esa es una debilidad que ya se advertía al comienzo del turismo de masas y del despegue turístico de Mallorca, en los años sesenta del siglo veinte, por el modo peculiar de cómo se estaban construyendo la infraestructura hotelera.

Frente a una banca que no concedía créditos para la construcción de hoteles, porque no creía que el turismo pudiera ser una actividad económica de futuro ¡Qué visión de futuro!, el crédito venía de las agencias extranjeras que aportaban la financiación, pactando precios por periodos generalmente de cuatro años, de manera que era el hotelero quien asumía la inflación, mientras que el beneficio mayor, derivado del incremento de la demanda por el progresivo mejor posicionamiento turístico de Mallorca, se quedaba en el turoperador. Los paquetes turísticos se pagaban en origen transfiriéndose a la isla la parte menor del coste para manutención, etc. y aún no toda, porque parte de ese dinero no llegaba a entrar en España resultando una fórmula de evasión fiscal y de capitales.

Un excelente estudio, publicado en 1981, (un monográfico de Cuadernos para el Diálogo) dirigido por el escritor Guillermo Díaz-Plaja, realizaba una aproximación crítica a cómo se estaba montando el negocio turístico y apunta tanto a la urbanización a la carta, y en beneficio de familias económicas afines al poder, como a esa cesión de la dirección del negocio en manos foráneas.

El negocio, treinta y cinco años después, se sigue haciendo fuera pero con menor disponibilidad económica del turista, por lo que el hotelero tiene que buscar nuevos nichos de negocio con nuevas actividades para asegurarse un plus que compense la venta con mínimo beneficio de los meses de menor ocupación. La Ley turística, es una concesión en ese sentido, al permitir que en los propios hoteles puedan realizarse la mayor parte de actividades complementarias, lo que va a suponer mayor integración del negocio del turismo que, a la postre, acabará formando parte, también, del todo incluido aumentando la dependencia de los grupos turoperadores.

 

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