De UH. 03.08.14. Modificado.
La cuestión de Catalunya y el proyecto de España tienen que enfocarse, sobre todo, desde una apuesta de futuro. Es cierto que la vertiente nacionalista, tan innegable como que se fundamenta en solideces históricas que desde mi punto de vista constituyen legitimidad, alimenta emociones y plantea desafíos soberanistas, pero a éste cabe añadir un enfoque liberal demócrata, el que a mí me interesa, que apostaría por un modelo descentralizador y federal para España en la medida que las regiones, o estados federados, tuvieran suficiente masa crítica para alentar administraciones regionales independientes y eficientes.
En este contexto la reunión Rajoy – Mas no fue un fracaso porque no se esperaba nada que el contacto.
Mas no podía renunciar a la Consulta porque es un mandato del parlamento catalán. Rajoy no podía autorizarla porque no está en el ADN del sector conservador del partido popular cuestionar la Constitución, ni tampoco abrirse a un planteamiento federal cuando fue, el propio grupo de Alianza Popular, el único de los democráticos que se opuso a la España de las autonomías cuando la redacción de la Constitución.
A finales de los años 80 del siglo pasado, ante la imposibilidad de subir el listón electoral, Alianza Popular se refundó en el Partido Popular, asumiendo plenamente el estado autonómico cuando Fraga fue elegido presidente de la Xunta (1990). Entonces se habló de la necesidad de la administración única: una competencia una administración que sigue siendo el convencimiento del partido popular ahora, sin embargo, cada vez con más competencias para la administración central y, por tanto, con menos autonomismo; la visión que defendía Alianza Popular en el proceso de redacción de la constitución: Una España homogénea continuista de los presupuestos del nacionalismo decimonónico, con una concepción de estado como estructuras verticales y monopolistas que, en todo caso, podría armonizarse con una descentralización administrativa, no política. Aquella visión quedó superada por el estado autonómico que pretendía avanzar hacia una España integrada, por integradora de las diferencias regionales, que debía de desembocar en el estado federal; propuesta desbaratada cuando se generalizó el estado de las autonomías, el café para todos; hoy reconocido como un error.