Transcurrido casi un mes desde la Coronación, reproduzco parte del artículo publicado en UH, 21 de junio de 2014.
Antes, sin embargo, me ha parecido oportuno hacer alguna referencia al parquet político, y a la iniciativa de nuestros iluminados intelectuales a los que no se les oye cuando la política se entrega a la economía, pero sí cuando algunos tratamos de reconducir el debate territorial, quitándole hierro, para explorar mejores mecanismos de convivencia.
Reproduzco un fragmento de un artículo publicado el año pasado sobre la calidad de hombre de Estado de Adolfo Suárez.
Haciendo memoria, y como consta en publicaciones de aquellos años, conviene traer a colación que la Transición fue posible porque se realizó un pacto territorial con dos vectores claros: el soberanismo vasco, con el protagonismo indudable del terrorismo de ETA, y el catalanismo, fruto del pacto político, articulado entorno a la Assemblea de Catalunya fundada a finales de 1971, que era la plataforma unitaria que agrupaba la oposición antifranquista catalana. En todos los planteamientos serios de salida política al franquismo estaba explícito un modelo territorial que reconociera el hecho diferencial de Cataluña y el País Vasco, al que se añadió Galicia, realidades nacionales que, además, se visualizaban por la pervivencia de sus lenguas respectivas.
El propio Adolfo Suárez, en un artículo publicado en un especial de Diario16 sobre la Transición, escribía “El Estado social y democrático de derecho es una creación de la razón y una construcción de la voluntad, que entre todos, Gobierno y oposición, hay que encarnar en los más profundo de nuestra sociedad, (…) y que hay que construir teniendo presentes sentimientos e intereses legítimos de todo los sectores que constituyen el pluralismo de nuestro pueblos”
Aquí el prometido artículo sobre la Coronación de Felipe VI.
El de proclamación, fue un discurso de mínimos en lo político, de máximos en lo personal y tablas en lo institucional. Felipe VI no tomó ningún riesgo en su discurso. Otros comentaristas han resaltado el hecho de que tratara la unidad de España, y la diversidad regional, con la misma tibieza como lo hiciera su padre en su proclamación ante las cortes franquistas. El rey Felipe, que juró sobre el texto de la Constitución, hubiera hecho muy bien diciendo, por ejemplo, “…España, unida y diversa, basada en la igualdad de los españoles y en el reconocimiento de sus nacionalidades y regiones…”. Al Rey le falto arrojo cuando se refirió a la unidad “que no es uniformidad, Señorías, desde que en 1978 la Constitución reconoció nuestra diversidad al proclamar su voluntad de proteger a todos los pueblos de España, sus culturas y tradiciones, lenguas e instituciones…”, Felipe habría mostrado mayores miras si hubiera expresado: voluntad de reconocer a todos los pueblos de España, su idiosincrasia y autogobierno…”en la unidad de una España donde caben todas las formas de sentirse español”.
Por su juventud e instrucción, hay que suponerle sensibilidad personal sobre la plurinacionalidad de España, y propósito, en que se esforzará por trazar y transitar puentes. “Trabajemos todos juntos, Señorías, cada uno con su propia personalidad y enriqueciendo la colectiva; hagámoslo con lealtad, en torno a los nuevos objetivos comunes que nos plantea el siglo XXI. Porque una nación no es sólo su historia, es también un proyecto integrador, sentido y compartido por todos, que mire hacia el futuro”
Empeño en mirar al futuro. En efecto, la cuestión de Catalunya y el proyecto de España tienen que enfocarse, sobre todo, desde una apuesta de futuro. Es cierto que la vertiente nacionalista, tan innegable como que se fundamenta en solideces históricas que desde mi punto de vista constituyen legitimidad, alimenta emociones y plantea desafíos soberanistas, pero a éste cabe añadir un enfoque liberal demócrata, el que a mí me interesa, que apostaría por un modelo descentralizador y federal para España en la medida que las nuevas regiones, o estados federados, tuvieran suficiente masa crítica para alentar administraciones regionales independientes y eficientes.
Hizo, el Rey, un discurso magnífico en lo que concierne a su Casa y demasiado al dictado del gobierno, en lo político, y ha dejado entrever que se va a implicar institucionalmente en lo que debería ser su gran funcionalidad: integrar la unidad española por la Corona; como alguien ha dicho: más Ausburgo y menos Borbón. Felicidades.
Xavier Cassanyes
Analista