Publiqué (UH 10 de julio), un comentario de 3 en Raya, sobre el futuro de Sarkozy, en el que decía que podría ser exculpado si las acusaciones no se pudieran demostrar ante la Justicia, y deslicé que la derecha de centro francesa: la UMP, no podría permitirse perder a uno de sus líderes más carismáticos. La financiación de los partidos es un enredo de intereses donde no esta clara la línea que separa las aportaciones voluntarias, para apoyar a un partido con el que se comparte principios y valores, y la compra de favores a futuro. Me da la impresión que la sociedad no tiene criterio formado.
No modifico la opinión. El creciente deterioro del partido de referencia en Francia, invita a reflexión sobre si mantener la tibieza ante la cuestión de la financiación de los partidos y la corrupción que se mueve alredor de éstos, es una buena táctica para la salud de los partidos y de la democracia como sistema político.
Aquí, todos los partidos, excepto el PP, están en crisis de reconstrucción. Hoy el PSOE, al que deseo encuentre su camino y un liderazgo fuerte y acertado en el programa que vaya a desarrollar, elige nuevo Secretario General, y es de esperar que tras esa interregno de indefinición y contradicciones rearme un programa coherente con sus principios constitutivos y ratifique su apuesta por una revisión constitucional de carácter federal.
Retomando la idea inicial, la UMP, Sarkozy ya estuvo en el candelero de la opinión pública, por ese motivo, en los últimos meses de su mandato. De lo que se deduce que, de no haber disfrutado de las prebendas anexa al poder, como ahora muestran las escuchas telefónicas recogidas por la policía:
http://internacional.elpais.com/internacional/2014/07/12/actualidad/1405187868_142229.html, su defenestración hubiera empezado mucho antes.
Hoy la UMP está gobernada por un triunvirato de circunstancias que responde a liderazgos personales, formados alrededor de las prebendas de poder del que han disfrutado en diversos momentos, lo que augura la posibilidad una salida de compromiso que no aguantará la presión de una sociedad que, cada vez más, exige un discurso renovado y a la altura de las exigencias y desafíos, no solo económicos y sociales, sino ideológicos y programáticos.