Publicado en UH, el 1 de febrero 2014
Desde 2007, y aún antes, cuando Aznar parecía ser sincero respecto a que el PP se convirtiera en un partido de centro derecha homologable con sus correligionarios europeos, ahora más cerca del republicanismo del Tea Party y de partidos de derecha de las repúblicas del Este, vengo sosteniendo que las familias ideológicas fundacionales tienen en el partido un peso excesivo y respecto la adscripción ideológica del electorado popular.
En tres largos artículos, que se publicaron en septiembre de 2007, argumentaba que el partido popular como instrumento esencial para la salud del estado, y de nuestra sociedad democrática, debe de responder a su papel de partido de referencia en el espacio de centroderecha y, por ello, tiene que darse cuenta y asumir, en sus posiciones políticas, que la sociedad española en su conjunto y buena parte del electorado popular, tiene convicciones personales que son más avanzadas que algunos lugares comunes del PP.
Los partidos políticos no tienen que funcionar según marketing electoral, fieles correas de transmisión de las demandas mayoritarias que los convertiría en sindicatos políticos, lobbys, desprovistos de ideología, pero sí que los partidos como instrumentos de participación política en la comunidad, y en la definición de sus reglas de convivencia, tienen que ser socialmente permeables y, desde un panel genérico de principios ideológicos, abrirse al proceso evolutivo de la sociedad en la medida que ésta cambia en sus convicciones y aspiraciones sociopolíticas y morales. Vox, aspira a ocupar un espacio político a la derecha del PP, pero no adquirirá credibilidad electoral si, además de Vidal-Quadras, no es capaz de sumar a políticos de referencia como Mayor Oreja, San Gil, Aguirre o el mismo Aznar.
Por su parte, de manera similar a cómo se hizo en el congreso de Valencia, el PP tiene que aprovechar la convulsión para planificar una renovación generacional relegando a sectores muy conservadores que están impidiendo su evolución ideológica. Un partido popular renovado ocuparía, propiamente, el espacio electoral de centro derecha liberal que la sociología política le atribuye. Democristianos, conservadores de talante europeo, y liberales, y con capacidad para crecer en el centro político, ése es el espacio propio de partidos como la CDU alemana o, en Francia, la UMP, también como el PP, fundado desde la unión de varias familias ideológicas.