(Publicado en Última Hora, el 18-Enero-2014)
A seis meses de las elecciones europeas la política entra en cónclave electoral por lo que el patio político ya solo se moverá mirando los réditos electorales. El gobierno, que da por inevitable que el resultado en las europeas será malo, confía en que el varapalo sirva de catarsis a su electorado para que en las Locales y Autonómicas, y en las Generales, el voto de castigo se tenga por descontado, manteniendo opciones de revalidar mayorías en buena parte del poder local y autonómico.
Desde la oposición, a falta de saber cómo el socialismo resolverá su desquicio particular, las incógnitas se sitúan en el campo del centro derecha o, para ser más precisos, a la derecha de los dos grandes partidos. De un lado, UPyD que toma la bandera populista del descontento por la tibieza con que se actúa frente a la corrupción, en buena parte en los aledaños del partido de gobierno, y del nacionalismo español frente al independentismo con la pretensión de arañar votos del centrismo político.
A la derecha del partido popular un nuevo partido Vox, que tiene como figura al histórico Ignacio Camuñas de la Transición, del partido democrático popular de Osorio, y como impulsores al presidente de Fundación para la Defensa de la Nación Española, Santiago Abascal, habitual de Intereconomía, y a Ortega Lara y Ana Velasco, acreditados militantes en defensa de las víctimas del terrorismo. A falta de conocer más de su proyecto, empiezan por promover la desaparición de los parlamentos regionales emparentándose con idearios de ultraderecha como Democracia Nacional y pretenderían el espacio electoral netamente de derecha, como la antigua Alianza Popular que recogía el postfranquismo de talante liberal y algunos doctrinarios de influencia del Opus Dei; buscarían nutrirse de ese 34 por ciento del electorado del PP que se manifiesta netamente conservador según puede inferirse de las respuestas en los sucesivos barómetros del CIS.
Ante las nuevas marcas electorales, la conocida UPyD, Vox y el partido que pueda surgir de la plataforma ciudadana impulsada desde Ciutadans, el partido popular tendría que revisar su ubicación ideológica más allá de la convencional etiqueta centro reformista y poner coherencia en su discurso político, hoy, en evidencia por las tensiones ideológicas que suscitan temas como la cuestión territorial o la ley del aborto.