Desde el congreso de Valencia, cuando apartó de puestos influyentes a destacadas figuras comprometidas con el aznarismo, Mariano Rajoy se ha esforzado por afirmar el centrismo reformista como el tronco ideológico que caracteriza al partido popular.
Del congreso de Sevilla, no se esperan profundos debates estratégicos ni declaraciones programáticas, porque la renovación ideológica se hizo en Valencia. Pero cabe esperar presiones de aquéllos que se oponen a que el partido popular evolucione hacia el centro político, por temor a que se pierda el monopolio de la derecha. Objetan, que al partido popular pudiera sucederle como a UCD que, según estas peregrinas argumentaciones, se hundió por veleidades socialdemócratas. ¿Sería por la reforma tributaria por la que, al fin, todos contribuiríamos a una hacienda pública con la que se pudo construir el estado de bienestar? ¿Sería por la ley de divorcio, que supuso la posibilidad de acabar con situaciones familiares insostenibles, y reconstruir las vidas personales de los cónyuges que habían fracasado como pareja? No hay duda que sectores radicales de derecha, pueden mostrarse intolerantes hacia unas bases que quieren un centro derecha avanzada, que responda a la sociedad del siglo XXI, dejando atrás dogmatismos y viejas retóricas.
Es de esperar que Rajoy, que ha conformado un gobierno de perfil reformista y liberal demócrata y tecnócrata, (en las antípodas de ese ultraliberalismo conservador responsable de la crisis), promueva un organigrama más acorde con la realidad sociológica del partido de hoy, y de la masa social que le ha votado.
El perfil del votante popular ya no responde al epíteto conservador de los noventa. Según una encuesta del CIS, (julio de 2010; ver: “El voto del PP: centro liberal demócrata”, UH, 17-09-10), solo un 34% del votante del PP se identificaba como conservador, mientras el 26%, se definen como de ideología liberal, democristiana y socialdemócrata. Si se añaden, votantes que se identificaban con otras familias ideológicas: ecologistas (2,9%), feministas (0,9%), socialistas (1,4%) e, incluso, comunistas (1,2%) y nacionalistas (1,9%), resulta que la franja ideológica mayoritaria en el votante del PP (2008), un 34,4%, se situaba ideológicamente en una horquilla de centro liberal; muy alejado de la llamada derecha ideológica conservadora. En el haber de los votantes del PSOE (2008), por su parte, se situaban votantes que se consideraban de ideología liberal, un 11,5%, y socialdemócrata, un 10,5%.
Desde un análisis de aritmética electoral, cabría inferir que buena parte del nuevo electorado popular de 2011, proviene de estos sectores, que habrían prestado sus votos a los socialistas cuando se impidió el prometido viaje al centro.
El Presidente, tiene ante sí el reto de armar, por fin, un centro derecha moderno, sin rancias añoranzas y equiparable con sus homólogos centroeuropeos. El partido popular tiene que ambicionar representar la mayoría social de España que, desde luego, no tiene nada en común con discursos antepasados, y recuperar el voto y la militancia de sectores liberal demócratas y social cristianos que se han alineado con el doctrinario socialista desde 2004; ante la cortedad de miras líderes que han confundido fidelidades y desvirtuado su papel representativo.
Cabe esperar que en este próximo congreso de Sevilla se incorporen referentes políticos de renovación, y de apertura a esa mayoría reformista que respalda al partido popular, como el presidente ha escenificado en la composición de su gobierno.
El congreso del PP de Baleares, por el contrario, tiene que entrar en el debate ideológico y estratégico respecto al regionalismo, y la defensa de la lengua y cultura propia, señas de identidad de Baleares, que la antigua Alianza Popular balear liderada por Gabriel Cañellas impulsó desde el inicio de la andadura autonómica estando, como su continuador Jaume Matas, a la altura del País y sabiendo mantener militancia y voto regionalista en las siglas del partido popular.
Publicado en Última Hora, el 17-02-2012