El petardo que ha estallado en una papelera de la plaza de España, no tiene gracia. Las últimas informaciones indican que la explosión fue producida por unos petardos de feria adheridos a una bengala de señalización de barcos. Cualquiera sabe, que las bengalas de señalización, con un elevado contenido en fòsforo, pueden ser altamente abrasivas, lo que nos sitúa ante alguien que no sólo pretendía hacer mucho ruido sino, además, causar algún tipo de quemadura grave.
Tienen sentido los comentarios de Esperanza Aguirre, respecto que los movimientos totalitarios, fascistas o comunistas, del siglo pasado comenzaron por insurrectos que tomaron la calle he hicieron de ella su territorio imponiendo la ley de los más fuertes, los más brutos, con desprecio por la ley.
Es verdad, que los portavoces (?) de indignados de Sol y de plaça Catalunya, se han desmarcado de los incidentes del Parlament o delante del Congreso y la agresión, en su libertad de movimientos, del alcalde de Madrid, pero eso no desdice que ese movimiento de descontento, de indignación por cómo el capitalismo financiero está atornillando a los gobiernos ha perdido ya todo su sentido, al menos, en cuanto a proseguir con esa estratégia suicida que supone tomar las calles y adherirse a la técnica del miedo. Cuando gentes que no tienen que ver con ese movimiento se sienten agredidas en su libertad, o amedrentadas por la parafernalia o los desafíos escénicos, o sienten miedo por actitudes violentas, es que los indignados, no todos, algunos los kaleborroka, tienen que ser arrinconados y tienen que someter a las leyes con todas las consecuencias.
No sabemos si lo ocurrido ayer en Palma ha sido un acto aislado o tendrá, como me temo, seguidores, seguramente, en otras latitudes. Ciertamente que habiendo visto pot tv. las expresiones de violencia en el parc de la Ciutadella, cabe prever que se están dando los pasos para el nacimiento de grupúsculos antisistema violentos.