Las decisiones mejor tomarlas a tiempo.

Se publica que la caída del precio de la vivienda  continúa. En mayo, acumula una bajada superior al 20% desde que la burbuja inmobiliaria comenzara a desinflarse. Concretamente, la caída acumulada es del 21,5% desde el máximo registrado en 2007, según los datos del índice de mercados inmobiliarios (IMIE) elaborado por la sociedad de tasación Tinsa.

En plena eclosión de la crisis, publicaba el artículo «Estimular la economía o más madera que quemar», del que destaco algunos párrafos:

Mientras haya demanda de viviendas existe posibilidad de crecimiento en la oferta. El quid de la cuestión está en cuál es el precio razonable y qué hacer con las promociones terminadas o por terminar, y no vendidas. Es evidente que las promociones que se han realizado ya estaban sobrevaloradas cuando se proyectaron, desde el precio del suelo a los márgenes de negocio de cada estadio interviniente. La crisis ha puesto freno a la escalada que, por demás, ya mostraba su agotamiento al haberse enloquecido el mercado con precios imposibles, y esta vuelta a la cordura es buena, para evitar aún peores situaciones que son posibles. En este contexto nadie comprende que si los inversores bursátiles están perdiendo del orden de 20 a 30 por ciento de lo invertido, por qué regla los implicados en el negocio inmobiliario han de tener la bula de la inviolabilidad y no puedan ajustarse al mercado, aunque detrás estén Cajas y Bancos, que tiene necesidad de limpiar sus trastiendas. Sería cuestión de promover la concentración de empresas y la promoción de nuevas, quizás con tutelas de gestión y apoyo institucional, a fin de reabsorber el paro creciente, en la convicción evidente, que no se trata tanto de rebajas fiscales, que bajan las recaudaciones, como de incentivar la economía real que es la que produce retornos sociales y fiscales, vía consumo y rendimientos del trabajo. (UH, 18-10-08)

Si se hubiera incentivado un ajuste voluntario, con contrapartidas de estabilidad y seguridad en el caso de los alquileres, que continúan sobrevalorados, nos habríamos ahorrado dramas personales y destrución de tejido económico, porque no hay duda que el factor que lastra la economía del pequeño empresario y el comercio más dinámico (contratos nuevos, de menos de diez años) es el precio de los locales, de compra y, sobretodo de alquiler.

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