El título sugiere un comparación que es inapropiada y exagerada, lo sé. Sin embargo pienso que ya les gustaría, a los levantados del 15M, protagonizar la historia a semejanza de aquellos cuatros meses que termiaron en enero de 1871, con la entrada de las tropas. Las proclamas y decretos del gobierno de París, durante aquellos cuatros meses de hervor revolucionario, tienen algunas coincidencias con los indignados de hoy: se pospusieron las obligaciones de pagar deudas a los banqueros, se abolieron los intereses en las deudas y, la mora indefinida para quienes no pudieran pagar los alquileres. Políticamente se trataba de crear un estado nuevo, cambiaron la bandera tricolor republicana por la bandera roja, y tomaron los barrios, formando gobiernos provisionales instaurando la autogestión que se concretaba a las fábricas y talleres.
La revuelta que triunfó fue la primera concrecció de un levantamiento revolucionario, al estilo del que propugnaba la Asociación de Internacional de los Trabajadores (AIT). La 1ª Internacional, donde se visualizó la división teórica, y estratégica, entre el socialismo científico de Marx y el anarquismo colectivista de Bakunnin.
Los indignados no son de este tipo de revolucionarios, entre otros no se va tan lejos, esto está claro, porque en un sistema democrático se casa mal el ruido de las calles. El sistema democrático se explica en las urnas. Bien!. Dado el golpe de atención, y celebradas las elecciones en las que se ha visto el sentido común de la población, que habiendo dado razones a los indignados, creen que la forma de defender los intereses propios son las urnas. Ahora, los movilizados del 15M corresponde tomar otra estrategia y seguir sintiendo y comportándose como revolucionarios en los términos del siglo xxi, es decir, hoy lo revolucionario es creer que desde las instituciones se puede cambiar un País.
Si se siguen con estridencias de calle empezaremos a hacer un ridículo internacional, y la simpatía que ha despertado el movimiento se tornaría, compasión y menosprecio. No somos el Norte de África, donde desalojar a una familia del poder supone recambios en la política y elecciones libres. No somos ni el país de Merkel ni de Sarkozy, para suponer que podemos cambiar las reglas financieras del mundo, y desterrar o limar la influencia de las agencias calificadoras de riesgos financieros. Ni siquiera Europa, ni Obama pueden tocar ciertas dinámicas a corto plazo. Ni a chinos, ni Indúes,…les interesan cambios en breve tiempo….El populismo de las inserrucciones civiles no acercaría al fantasma de una intervención de caballo, que objetivamente no interesa a nadie y ni siquiera a los indignados.
Tienen que integrarse en la política, permeabilizar los partidos, todos. Pero no cometer la candidez de crear un partido verde, amarillo? porque se convertirían en un grupo bisagra rodadando por los pasillos de las instituciones.