La diplomacia ha hecho bien su trabajo con el, inestimable, sentido común de quienes deberíamos ya, por razones históricas y al margen de peajes que se hayan diseñado, como nuestros aliados naturales en Europa: Francia y el Reino Unido. Es cierto que con unos y otros las relaciones no han sido nunca fáciles, pero nuestra diplomacia ha basculado alianzas y conflictos bélicos, hacia uno u otro lado, en función, de intereses no siempre españoles, a decir verdad, más próximos a las camarillas gobernantes enla Corte.Enlos últimos tiempos significativos, hay que decirlo, Francia ha sido nuestro mayor escollo, lo fue cuando vetaba la entrada de España enla Europacomunitaria, por razones de mercado agrícola y, también, por la evidencia de que el español, el idioma, principalmente, ha desplazado al francés en la querencia internacional. El mundo occidental es bilingüe: inglés y español. Sin embargo, el pragmatismo el saber hacer en los negocios de Francia se ha impuesto.
Estaremos en la reunión del G-20 cuya importancia está en la necesidad de reformar el sistema financiero internacional, en primer término, y en clarificar el funcionamiento del mercado, del Sistema, dando solución a cuestiones que distorsionan la competencia, y las virtudes sociales del libre mercado, sea la existencia de los paraísos fiscales o los dumping sociales; es decir, el diferencial de productividad que tiene su origen en condiciones de trabajo por debajo de cierto umbral inaceptable: horarios abusivos, condiciones de semi-esclavitud; trabajo de niños o sueldos de supervivencia. Y ahí, también, habría que incluir la gran heterogeneidad en las legislaciones laborales, en cuanto a jornadas laborales, vacaciones pagadas, seguros sociales, mínimos de sociedad del bienestar. Estos grandes desequilibrios, institucionales, de la economía real sociedad-real, son los responsables de las deslocalizaciones salvajes que, no solo perjudicando la estabilidad de los mercados de trabajo de los países desarrollados, sino también a economías de países terceros sin recursos estratégicos que son invadidos por las producciones masivas de origen asiático.
Dos cuestiones: la protección del medio ambiente y erradicar la pobreza, nada demagógicas tendrían que considerarse con el máximo interés. La miseria, en términos económicos, no solo supone renunciar a un mercado de producción y consumo, y a su valor económico, sino, también, un riesgo de estallidos de violencia con inestabilidad social, política y bélica que ensombrecen el futuro. Baste echar una mirada a Palestina o África Central, o la violencia de los últimos asaltos a valla de Melilla.
La crisis ha elaborado el índice de las cuestiones que van a tratarse. Otras cuestiones, sin embargo, las de carácter social-laboral que responde a la idiosincrasia del desarrollo interno de cada economía nacional, también habrían de abordarse, aunque fuera con un calendario de plazos más largo, porque aportaría credibilidad a los esfuerzos de reconducción que ahora se impulsan. La inclusión en una hoja de ruta de iniciativas, tipo Directivas europeas, con el objetivo de avanzar hacia una homogeneización de la actividad económica, hacia conformar una sociedad mundial, supondría una apuesta de futuro seria, un salto cualitativo de Era que pueda aspirar a romper dinámicas fracasadas.
Como han señalado, políticos y expertos, la reunión del próximo día 15 no podrá ir más allá de establecer la agenda de trabajo que un grupo de expertos habrá de traducir en propuestas concretas para ser aprobadas, en reuniones sucesivas, ya con Obama como presidente de Norteamética.
Otro aspecto, no menor, será qué forma adopte la vigilancia y tutela política de las decisiones que se tomen, dado que las técnicas, es decir la disciplina y el control, como se propone, parece razonable que lo tengan organismos ya existentes como un FMI adaptado a nuevas funcionalidades. La tutela política parece del todo necesaria para evitar un enrocamiento a favor de las economías mejor situadas. Es evidente que la ONUno puede ser, por su parlamentarismo asambleísta, de escasa responsabilidad, en cuanto a unicidad de criterios o la heterogeneidad de sus intereses (países africanos y asiáticos de corte tribal o de sectarismo ideológico). Ni tampoco ninguno de los grupos existentes, G-7+1 (G8), G-20 referido a las economías latinoamericanas, o este G-20 que patrocina la cumbre de ahora y que está incompleto.
Habrá que articular un nuevo G-20 más algunos, España, sin duda, y quizás alguna nueva economía estratégica, como lo fue la incorporación de Rusia, al G-7, cuando este país estaba en plena descomposición y fue invitado, al círculo de los selectos, por mitigar su maltrecho estatus de superpotencia en peligro de taifas nucleares.
Ese nuevo Sanedrín, que agruparía cerca del noventa por ciento del PIB mundial y, más en cuanto a población, tendría que avanzar en su institucionalización imbricándose políticamente, en su momento, conformando una suerte de ONU bicameral. Un G-20+ algunos que asumiría, también, las funciones del Consejo de Seguridad, ya se sabe que economía y guerras van de la mano, siendo así que, a la vuelta de algunos decenios, pudiera devenir en una especie de ejecutivo mundial; algo así comola Comisiónparala UniónEuropea, porque, para llegar a más, haría falta un mundo con menos desequilibrios y con menos estridencias de fundamentalismo ideológico-religioso.