Nadie estaba seguro de si los norteamericanos serían capaces de superar la barrera racial. Racial sí, parece que ahora vuelve a ser correcto decir de un negro, aunque sea chocolate claro, que es de raza negra; sin anatemizar que se hable de raza negra sustituida por esa nueva definición, de marketing, llamada raza humana. Doy un saludo a Eto’o, tan poco ejemplar en asuntos privados por cierto, que fue capaz de superar complejos cuando dijo aquello de “trabajaré como un negro para ganar como un blanco”. Volviendo al tema, Estados Unidos ha dado un salto de gigante para liderar este siglo con ventaja.
La elección de Obama abre la historia política del siglo XXI. El siglo XIX, empezó con la revolución industrial y las revoluciones americana y francesa, en el último tercio del siglo de las luces, pero, políticamente, no sería hasta la derrota de Napoleón en 1814 y la paz que siguió, cuando se produce el progreso que se extiende de la mano del constitucionalismo y con la formación de los estados modernos.
La locura creativa y las vorágines destructoras del siglo veinte, se incuban, también, en el último tercio del siglo precedente. Las formaciones de los estados alemán e italiano, las guerras franco prusianas, en especial, con la figura militarista, y social a la vez de Bismarck, quien estableció en 1889 el primer sistema de seguro social para la industria; el establecimiento del sindicalismo,la Asociación Internacionalde Trabajadores en 1864, con la pata violenta del leninismo; la segunda industrialización, protagonizada por los ferrocarriles, la era del petróleo y la economía de escalas, por ser genéricos, son un trazado de hitos de cambio que no se formaliza, políticamente, sino trasla PrimeraGuerraMundial, 1914-18, y adquieren su pleno desarrollo, trasla Segunda, en dos características relevantes: la bipolaridad en las hegemonías políticas y, en sentido contrario, las estrategias de coordinación a nivel mundial, con la creación dela ONU, antes Sociedad de Naciones, y una multiplicidad de agencias, foros y entes, sectoriales y regionales, que pretendidamente buscaban, más bien con poco éxito, superar los intereses de las Superpotencias para atender a los propios.
Ahora, encaramos el inicio político de otro cambio tan fundamental, que podemos catalogar de Era, porque es posible que estemos hablando de un estadio avanzado de relaciones socioeconómicas que, indudablemente, será un proceso de décadas. Como en los anteriores, los antecedentes sociales, económicos y culturales de este cambio, se labraron en los últimos decenios del siglo XX. Seguramente, hay que referirse a la década de los sesenta y su hitos revolucionarios más destacables: la revolución social, desde el punto del quiebro de la legitimidad de las tradiciones, es decir, el advenimiento de las masas en contraposición al autoritarismo y a la cultura de las élites; y la liberación en las costumbres: la revolución sexual y la iniciativa política de la mujer en la conquista de sus derechos en la sociedad. Ciertamente que, éste, era para mí el máximo interés de la candidata Hillary Clinton como futura Presidenta, más relevante que la impronta de un negro enla Casa Blanca. Debo reconocer, ahora, que dada la naturaleza del cambio que la crisis demanda, el valor revulsivo de Obama, como constructor de consensos, es más potente para liderar el mejor proyecto para un nuevo espacio global.
Siguiendo, pues, el discurso argumental, los precedentes del cambio político de era, o de siglo, se reconocen con nitidez, en el colapso del sistema económico que exigen una nueva adaptación a las necesidades del futuro. La irrupción de la multiculturalidad como activo de enriquecimiento y de crecimiento cultural y social, como fue, en cierta semejanza, el feminismo y la irrupción de las minorías en los sesenta, y la desaparición de las potencias anteriores, para conformarse y añadirse otras, o las mismas, pero con otras bases y desde una óptica de mayor compenetración y solidaridad.
Hoy, la nueva revolución industrial es la tecnológica, la de las tecnologías de la información y de la comunicación, y el mundo ha alcanzado una conciencia, entorno a los desafíos a superar: la salvaguarda del medio ambiente, como el mayor activo que tiene la humanidad para asegurar su futuro, y considerar ya que las bolsas de pobreza en el primero o en el tercer mundo, ya no pueden seguir jugando el papel económico de reserva de manos de obra, sino el activo en la sociedad de la producción y el consumo, en constructores de oportunidades.