Del Choque a la Alianza de Civilizaciones

                    

Cuando Francis Fukuyama, a principios de los años noventa, tras el desplome del “bloque socialista” inventó el concepto de “El Final dela Historia”, previendo que el  futuro nos depararía una civilización universal con valores, pues, compartidos por todas las culturas, se le opuso Samuel Huntington, con la tesis de “El Choque de Civilizaciones”, recuperando la idea de Toynbee de ciclicidad en la hegemonía  de las civilizaciones, pero con una visión rupturista, cambiando la idea original de zonas de contacto e integración entre áreas culturales, por la de abismos y sesgos, verdaderas fallas, como las que se producen por fricción entre las placas tectónicas, y que van ligadas a movimientos sísmicos de catastróficas consecuencias. Según esa idea frentista, la del Choque, que con tanto ardor defiende la política exterior del presidente Bush, la política mundial, el futuro, estaría definida por la coexistencia de, al menos, cinco zonas culturales hegemónicas que podrían interrelacionarse pero nunca convergirían, por carecer de valores compartidos.

En la controversia Fukuyama ha querido reforzar su tesis, de la inevitable integración en una civilización mundial, con el argumento de que la universalidad es posible en un sentido más amplio, porque la fuerza primordial en la historia humana y la política mundial no es la pluralidad de culturas, sino el avance general de la modernización, cuyas expresiones institucionales son la democracia liberal y la economía de mercado;  y en el plano cultural, la sociedad del vídeo, de la información: “Es de suponer, -dice- que los miembros de las sociedades no liberales tendrán tendencia a exigir a los gobiernos cada vez mayores libertades públicas”.

El politicólogo norteamericano enmarca el conflicto actual afirmando que no es parte de un choque de civilizaciones, sino, más bien, es sintomático de una acción de retaguardia por parte de quienes se sienten amenazados por la modernización y, en consecuencia, por su componente moral: el respeto a los derechos humanos. Pero, parece, minimizar la componente religiosa aduciendo que el mundo occidental pudo modernizarse a pesar de las fuertes presiones de los cleros.

Naturalmente, todos querríamos que la idea, inteligente, e inevitable, dela Alianza de Civilizaciones, que propone el presidente Zapatero y avalada por Naciones Unidas, a través de su Secretario General, tuviera éxito siendo respaldada por la comunidad internacional en pleno, y derivándose de ella un panel concreto de garantías y derechos individuales que, por inherentes al ser humano, fueran reconocidos universalmente, es decir, en cualquier lugar y bajo cualquier régimen político. Pues, como es lógico, si los derechos humanos son universales, por nación de condición humana, entonces habría  obligación de implementarlos a escala mundial.

Pero, existen muchas dudas de que puedan producirse avances reales porque, siendo claros, el choque que realmente nos preocupa es con el mundo islámico, y en él, no tanto su grado de respeto ala Cartauniversal de Derechos Humanos (desde este punto de vista nos debería interesar todo lo que ocurre en África, bajo “protectorado hegemónico occidental”; o en China), sino por su agresividad y militancia en contra de las otras “civilizaciones hegemónicas” que no comparten su misma visión del mundo. En particular, aquéllas que se han liberado de las obediencias religiosas de antaño, secularizándose y avanzado hacia la primacía del Estatuto civil, los derechos de la persona,  por encima de creencias religiosas; en particular el caso de la civilización  cristiana, la sociedad que denominamos Occidental.

Dice Fukuyama que en muchas sociedades tradicionales con opciones y oportunidades de vida limitadas, la visión individualista occidental de los derechos es sumamente irritante, porque el concepto occidental no puede ser abstraído del proceso más vasto de la modernización, como si fuera el modo tradicional aquello que en esas sociedades se teme perder y no su visión teocrática de la sociedad. Al minimizar, a mi modo de ver, el sesgo ideológico que supone la religión en los países islámicos, más que la ruptura con el modo tradicional de vida, se está sobre valorando las posibilidades de una cierta sociedad civil islámica para diluir a los imanes fundamentalistas que inspirados en la letra del Corán tienen todos lo argumentos para oponerse a otras interpretaciones menos estrictas. Musulmán se define como aquella persona cuyo credo religioso es el Islam. Y la palabra Muslim significa “uno que se somete” e implica la completa sumisión a la voluntad de Dios, no habiendo, así, distinción entre la religión, la política y la vida diaria, regulada por la Shaira. Los Ulemas, que son los encargados de interpretarla Ley Islámica, se forman desde los 6 o siete años hasta los veinte, aproximadamente, y durante su formación tienen prohibidas otras lecturas que no sea el Corán (que deben memorizar), y los libros de interpretación tradicionales, con lo que difícilmente podrían surgir interpretaciones abiertas.

En este contexto, baste estar atento a las dificultades en Iraq o en Afganistán, para instaurar constituciones respetuosas con los derechos humanos, y las mujeres particularmente, o Irán, con el triunfo del candidato más conservador, como termómetros para valorar adecuadamente esta cuestión.

Y, ahora, las preguntas: ¿Qué se puede entender por Alianza de Civilizaciones, conla Islámicaen particular? ¿Crearíamos un Apartheid, zonas de no interferencia en qué no pretenderemos, el mundo Occidental, la universalidad de los Derechos Humanos?  O,

¿Propondremos el objetivo de un espacio jurídico común intercultural? ¿Cuál podría considerarse el grado máximo de compromiso posible? ¿Vamos a rebajar nuestras conquistas de derechos para no ofender…, como hace alguna multinacional que no muestra, en sus catálogos, mujeres montando muebles para no molestar a los maridos  musulmanes? O ¿es que vamos a retroceder en la historia, volviendo a la aberración jurídica de establecer jurisdicciones distintas según la adscripción religiosa, étnica o de género, para, supuestamente, respetar derechos culturales anacrónicos? Realmente, no se ve claro el interés común que pueda establecerse como nexo.

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