Titulares y realidad.

          

 

Desde las manipulaciones de Pulitzer, el inventor de la prensa amarilla, y de Hearts, el principal magnate de la prensa estadounidense que involucró a España en el accidente del Marne, dando origen a la intervención norteamericana en la guerra de Cuba, los medios de comunicación se han convertido en los principales transmisores de las consignas de los grupos propietarios, pero, también, por esa autonomía conquistada por la credibilidad de las fuentes y la pluralidad ideológica de los periodistas,  los medios de comunicación de masas han devenido en foros abiertos de discusión y de formación política y cívica. Tal es así que, conocidas las inclinaciones ideológicas de unos y otros, la mayoría de los medios, más los escritos, admiten márgenes amplios de debate y de discrepancia. Eso, naturalmente, en la medida en que una sociedad es democrática, abierta y transparente: la sociedad occidental; la que asume la defensa activa de los derechos humanos, de la libertad y su formulación jurídica: el Estado de Derecho, porque, como es obvio, eso no es así en regímenes totalitarios o de democracia dirigida o restringida, donde el fraude electoral es habitual.

Este preámbulo viene a cuenta porque hoy, quizás por primera vez en la historia dela Globalidad, debamos afrontar la disyuntiva, siempre mal avenida, entre libertad individual y libertad colectiva, es decir, entre libertad y seguridad. Y trasladar esta disquisición, también, al terreno ideológico porque la divulgación de los acontecimientos y los titulares informativos, transmiten por sí solos el grado de gravedad de un suceso. Los titulares son noticias que condensan mensajes que se convierten en consignas al provocar reacciones en unos u otros sentidos.

En estos días de conmemoración de los sesenta años de las explosiones de Hiroshima y Nagasaki, en que se revalida el clamor por la eliminación de las armas nucleares, asistimos, también, al desafío iraní respecto su voluntad de proseguir el programa nuclear que, posiblemente, tiene el objetivo de conseguirla Bomba, dado que es difícil  creer que un país con tales reservas petrolíferas y las inmensas posibilidades de energías alternativas, la solar, la eólica, necesite invertir astronómicas  sumas en  centrales nucleares para asegurarse autonomía energética. También, hemos podido ver, en los telediarios, cómo en Hiroshima se responsabiliza de las masacres a los padres dela Bomba, presidente Truman y otros, y ni se toca al emperador nipón, ni a los generales que pusieron en marcha el plan imperialista y adoctrinaron a los kamicaces, en su propia cruzada fundamentalista.

Éstas, y otras incongruencias, noticias incompletas o tendenciosas escandalizan, cada dos por tres, sin que tengamos mayor respuesta que una pataleta con la boca chiquita porque, en el fondo, a lo único  que tememos es a descubrir las contradicciones del sistema socioeconómico, ése que nos ha permitido alcanzar impensables niveles de desarrollo humano a una parte de la humanidad, y a quedarnos sin argumentos frente a la rebelión de países emergentes que están contraatacando en el plano de la economía y, en el caso de los países islámicos, en el ideológico, con planteamientos retrógrados, pero, que encuentran nuestra instituciones abiertas, para su penetración, porque somos víctimas de titulares genéricos que las noticias del día a día van poniendo de actualidad, que soslayamos mientras no atenten, en forma, evidente a nuestra integridad.

En aras del realismo político no nos interesa demasiado si en China se ignoran los derechos humanos, en el ámbito individual y colectivo, como el genocidio del Tibet, porque, está lejos, y además sus mil doscientos millones de habitantes son potenciales consumidores, y apurando mar, es potencia nuclear. Tampoco nos queremos enterar del tipo de sociedad en Arabia Saudí, sonroja lo del luto, menos en Marbella, vaya referencia. Y menos aún, queremos enterarnos de la dimensión del islamismo porque  incomoda hablar sobre el tema, por miedo, y porque nos hemos empapado, tanto, de vacío ideológico que creemos en la romántica y errónea sociedad de las tres culturas. Toledo enla Edad Media, donde, como es sabido, a lo más que se parecía era a un apartheid.

Ahora que la diversidad se reconoce como riqueza, es cuando más actitudes de intolerancia se producen, tanto desde los suburbios urbanos del occidente desarrollado, como desde los países más atrasados, económicamente e ideológicamente. Todo coherente. La sociedad, obviamente, no puede quedarse indefensa y debe respaldar y exigir medidas severas en la línea que sea necesario. Desde un punto de vista policial la máxima diligencia y contundencia; desde un punto de vista jurídico y político, revisar la legislación por si existen lagunas que permitan coberturas legales y, especialmente, dado que la particularidad del radicalismo islámico es de origen religioso, revisar cómo trata el estado esa cuestión, y en una medida de prudencia y, antes de que alguien plantee un conflicto constitucional sobre los privilegios dela Iglesia Católica, denunciar el Concordato eliminando la validez civil de decisiones eclesiásticas, como las celebraciones matrimoniales; fuente de conflictos si se  acordaran efectos similares en matrimonios islámicos o de otras sectas y religiones que pudieran reclamar derechos iguales.

X C

SOBRE MATRIMONIOS RELIGIOSOS

Un buen amigo, abogado matrimonialista, me ha hecho notar que en mi último artículo, TITULARES Y REALIDAD, 15-08-05, cometí el error de ignorar que, al igual que con la Iglesia Católica, el estado español tiene firmados, desde 1992, acuerdos con las comunidades evangélica, musulmana y hebrea, para el reconocimiento civil de los matrimonios confesionales. Me disculpo, pues, por el lamentable error de conocimiento. Pero esto no invalida el fondo de lo que quería trasladar al lector: un estado moderno que pretenda evitar sesgos ideológicos en su seno, debe de primar el Estatuto civil, por encima de obediencias religiosas. De la misma manera que es posible el matrimonio civil, como contrato entre partes que es, sin obediencia a fe religiosa alguna, debería caber, también, la posibilidad de matrimonios confesionales que no quieran su traslado civil, porque puedan considerar que su unión tenga sólo sentido desde la vivencia de su fe. Posibilidad que sí contempla el Estado italiano, respecto a las confesiones hebreas (1).

Yendo más allá, opino que no se debería dejar al arbitrio de tradiciones religiosas asuntos que tienen, civilmente, tan graves repercusiones. Matrimonios de conveniencia que puedan arreglarse y deshacerse, a la ligera, al amparo de prácticas tradicionales fiando de una autoridad eclesiástica, no siempre transparente, pueden resultar incompatibles con el sistema de libertades que garantizan los estados de derecho. Un caso podría ser el repudio en la ley coránica o prácticas de nulo consentimiento, por parte de la mujer generalmente, no sólo en el caso de musulmanes.

Xavier Cassanyes

(1) En el artículo 13 de la intensa del Estado italiano con la comunidad judía, especifica que «se mantiene la facultad de celebrar y disolver matrimonios religiosos, sin ningún efecto o relevancia civil, según la ley y la tradición hebrea». El mencionado acuerdo entre las confesiones hebreas y el Estado italiano se aprobó mediante Ley 101, de 8 de marzo de 1989.

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