Nadie ama a Putin

La reunión política de 44 dirigentes europeos en Praga y la iniciativa presentada para la creación de una nueva institución una Comunidad Política Europea es lo más inteligente que podría haberse concebido. No solo por la necesidad de unir fuerzas, aunque de momento solo moral, ante la agresión de Rusia, con la participación de Bielorrusia, sino también por la necesidad política de construir un espacio intermedio con los estados que han manifiestan su sintonía con los valores de la Unión Europea. Ciertamente, valores relativos pero nada escandalosamente divergentes si se tienen en cuenta las veleidades con que Hungría, Polonia o, veremos, Italia reinterpretan sus compromisos democráticos.

Cumbre de Praga, primera reunión de la Comunidad Política Europea

Con todo, la sola reunión política, y en Praga, la antigua capital de la Checoeslovaquia reocupada por el Pacto de Varsovia en 1968, es también una muestra efectiva y simbólica de que los países europeos se posicionan en su totalidad contra la agresión rusa a Ucrania.

Una segunda vertiente, y no menor, es la vuelta del Reino Unido al lado de la Unión Europea. Acostumbrados a situar la política británica enfrentada a la Unión, desde las negociaciones para el brexit, la reunión de Praga supone un primer paso de acercamiento de diálogo; más allá de las complicidades derivadas de la mutua pertenencia a la OTAN. No es que la Premier vaya a resucitar su antigua oposición al brexit, pero sí que, en esa filia neoliberal de inspiración trumpista que veremos cómo va desarrollándose, tiene necesidad de que no surja un frente europeo que pueda llegar a poner coto a ese paraíso fiscal que es la City.

En tiempos de extrema inestabilidad económica, y de necesaria solidaridad y concertación europea, que las empresas globales sigan haciendo caja sobre las desgracias en Europa invita a que puedan surgir iniciativas de intervención por parte de los estados. Si Francia y Alemania, que tienen historia de intervencionismo, atiaran el celo por protección nacional o visión socialdemócrata, podrían tener el ojo de mira en la City. Si el celo neoliberalizador se apoderara de la política económica británica entonces los estados fuertes de la Unión podrían plantear sus propios modelos.

Areas de influencia global. 2022

En tercer lugar, esa Comunidad Política Europea bien podría ser el embrión de una institución de influencia global que compitiera con la norteamericana y la China. Porque la rusa tiene todos los números para su declive y la Commonwealth en caída de influencia. Como se traduce literalmente, Comunidad de Riqueza, en su fundación se trataba de que las antiguas colonias no perdieran los vínculos económicos con la metrópoli. Para unos, se buscaba sentirse respaldados en las nuevas andaduras como estados independientes. Para la metrópoli, ejercer tutorías sin perder las prebendas de la dominación económica.

Tras dos generaciones independientes las antiguas colonias se han hecho mayores. El imperio británico ya no existe y la globalización ha democratizado los mercados, económicos y políticos. O no. El Reino Unido, a través de la City y los otros paraísos fiscales, perdón territorios de baja fiscalidad, sigue controlando a las Colonias en colaboración con sus aliados seculares: los Países Bajos…y sus excolonias, Chipre, Malta, las Islas del Canal, … sin olvidar los subterfugios amparados por la prepotencia norteamericana. Todos excolonias británicas. El Reino Unido ya no gobierna el Imperio pero su modelo de negocio, que comenzó con la piratería de Drake, se ha impuesto.

 

Democracias y autoritarismos. La consideración entre democracias plenas o imperfectas se debe presidencialismo o sistema electoral. Discutible. El sistema mayoritario, uninominal, me parece una aberración al ignorar almenos el 49 por ciento de los votantes. (El Reino Unido, Estados Unidos y otros, como en Italia) 

La cuarta reflexión tiene que ver con los principios democráticos y el devenir de la democracia como sistema. La invasión rusa a Ucrania, aparte de una lectura territorial, tiene mucho que ver con la confrontación de dos sistemas de gobierno: la dictadura o la democracia. Porque el punto de inflexión en la decisión de Putin de invadir Ucrania estriba en la incapacidad del Kremlin para conseguir, por métodos democráticos, un gobierno amigo en Kiev.

Cuando el pueblo ucraniano pudo votar con ciertas garantías, de comicios limpios, votó a candidatos pro occidentales,  es decir, a favor del modelo occidental de sociedad, implícitamente de derechos y libertades e instituciones democráticas. De tal suerte es así, que la sola alineación que Putin consigue en el teatro internacional es la de gobiernos dictatoriales; desde China a Irán o Corea del Norte y a los ineluctables estados africanos, sean de golpistas militares o esotéricas democracias sui generis al estilo dudafricano.

Para concluir, si la nueva institución E-44 prospera, que necesariamente será más plural y disonante que las discordancias en la Unión Europea de los 27,  España puede actuar de gozne de equilibrios, no porque esté menos comprometida con los valores y la visión estratégica de los núcleos duros de la Unión, sino porque tiene menos historia y cuentas pendientes con estados sensibles de esa periferia a 44. Digamos Turquía y los Balcanes.

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