Mi artículo publicado en Última Hora el miércoles, 15 de junio, ha sido el último de esta etapa de colaboración con el periódico.
Han sido casi veinte años, desde 2003, y desde 2011 con una columna quincenal. En su mayoría, mis colaboraciones se han centrando en análisis de la realidad política española no siempre desde la explicación de los hechos, esa es la tónica general de otros analistas, sino apuntando a oportunidades para mejorar la calidad democrática del sistema que nos hemos dado y en la dirección de reducir la conflictividad o polaridad ideológica; en especial la cuestión territorial.
En 2014 me centré en apuntar caminos estratégicos para dar un salto cualitativo importante y avanzar hacia el estado federal, para mí, la solución definitiva al desencuentro de los nacionalismos hispánicos y la nacionaslidad española; maridaje conceptual que no son contradictorios; como no lo es la españolidad y la europeidad. Porque, por mucho que la propaganda buenista insista en la globalidad, la realidad es que los de aquí nos sentimos racional, y emocionalmente, mucho más cerca de nuestros socios europeos (y más de la vieja Europa) que del Magreb, del próximo y medio oriente o del Asia extrema.
Debo decir, a toro pasado no hay meritaje de adivinación, que nunca consideré sostenible el mundo unipolar y multidiverso tras la caída del muro de Berlin. Y menos la estupidez literaria (por el feliz hallazgo del título) que decía que la historia se terminaba en esa línea de continuidad en progresión ideológica hacia mejores instrumentos de convivencia.
La historia moderna de la humanidad es la rivalidad. Es decir, superado el momento del individualismo extremo del principio de homo para comprender los beneficios de la socialidad, la segunda fase del desarrollo humano fue la sociabilidad, es decir, los afectos más amigos en contraste con los de menos apego; eso es, la competitividad de los grupos familiares, los clanes, a los que se ingresaba por parentesco, por afinidad de voluntades o por dominio. Y ahí está la clave.
La rivalidad entre grupos necesita de líderes que los dirijan y las jerarquías se forman por las presiones de la capacidad de la coerción y la fuerza. La guerra, en último término, es la fuerza motriz de la historia porque cuando los deseos no pueden satisfacerse se desata la rapiña y, esa, cuando se trata entre grupos humanos se llama guerra.
La invasión de Rusia a Ucrania y, anteriomente, la ocupación de Crimea y parte del Donbas, sin olvidar el misil pro-ruso que se cargo un vuelo civil, no ha sido más que la vuelta a la realidad. No es posible la globalidad social y cultural mientras los humanos sigamos siendo los sapiens de la arqueología.
Supongo que en unos meses habré concebido la nueva forma de comunicarme con quienes me seguiáis por el periódico.
Por este blog seguiré, aunque no asiduidad, aportando lo que humildemente piense que pueda ser de interés.
Hasta pronto.
Creo que Ultima Hora pierde un buen colaborador, pero eso es lo que pasa cuando se cambia la dirección empresarial, que la nueva no tiene porque estar de acuerdo con los criterios de la anterior.
Un estupendo analista como tú siempre tendrá cabida en otro medio, si lo deseas. Suerte
Gracias amiga. Los medios tienen que ajustarse a la expectativas que consideran esperan sus lectores lectores.
Quizás se trate de mi línea d pensamiento o que la nueva dirección renueva su equipo. Cualquiera d las razones son válidas. Gracias por el apoyo
Doncs, ho sento. Realment és perden un Analista polític molt valent i clarificador de la realitat. Quan més t’he llegit, més m’has agradat. Convindria que s’ho rumiesin…. Ells perden molt. Una aferrada forta Xavi.
Gràcies amic. Són decisions de la nova direcció. Res a dir. Una abraçada