El calendario de la justicia no atiende a conveniencias políticas y tiene su propio tiempo. De hecho, el juicio Bárcenas estaba programado mucho antes de que se conociera la fecha de las elecciones catalanas. La cuestión es que la trama corrupta es tan amplia y extensa que tuvo que subdividirse en piezas separadas, que van a juicio en cuanto terminan su instrucción y el sistema judicial tiene capacidad para su enjuiciamiento.

En un país con tantas convocatorias electorales, es fácil que alguna coincida con un tema judicial incómodo para algún partido. Lo de hacerse la víctima y las doctrinas conspiranoicas, son tácticas de enmascaramiento: si consigo que me vean como víctima, motivo una respuesta emocional sin que se entre en el detalle de los hechos.

Es posible que el señor Bárcenas tenga su catadura moral muy baja, a la altura de sus intereses particulares, pero es creíble que pactara con el PP para alejar a su mujer de la cárcel y que, cuando el cambio de gobierno hizo inviable esa promesa, el señor Bárcenas, quedara liberado del acuerdo de silencio. Habrá que ver qué pruebas se aportan en la nueva embestida pero, conociendo el percal, el testimonio del ex tesorero proporcionará detalles que ilustrarán la magnitud de aquella corrupción que financiaba campañas electorales, con profusión de medios, que dieron mayorías de gobierno extendiendo, aún más, las tramas clientelares.

El presidente del partido popular (de rebote, por rivalidad infantil entre Sáenz de Santamaría y Cospedal), se esfuerza en decir que fue elegido para pasar página del pasado y formar un nuevo PP. Nada más lejos de la realidad. Fue elegido presidente por accidente, por fracaso de la sensatez ideológica, e impulsado por su ascendencia en los cachorros de las juventudes, de la que fue presidente, y con un programa más a la derecha del anar fent de Rajoy. Sin olvidar que los del PP, traumatizados aún por la fulgurante ascendencia de Pedro Sánchez, tenían urgencia de elegir a un presidente que pudiera competir con la juventud y dinamismo del líder socialista.

Cuando Pablo Casado tomó la presidencia del PP lo hizo con ideas que ahora son ánima en VOX. En su discurso de candidatura, Casado centró su ideario en el catolicismo conservador, en volver a la ley restrictiva del aborto, oponiéndose a la eutanasia y en mantener la ley mordaza. Sostiene que España es una nación estado, incompatible con una visión plurinacional buscando que el modelo autonómico se asemeje más a una centralización, más del estilo de la que funciona en el PP. Elegido presidente del PP, por un modesto 57 por ciento, la sola referencia a la palabra regeneración estuvo ligada a vengo sin mochilas. Ninguna referencia a la corrupción.

El que fuera director de gabinete de Aznar tiene la boca fácil mintiendo, también, como Cifuentes; pues un posgrado en Harvard, que decía poseer, era en realidad un cursillo de cuatro días impartido en el campus del IESE en Aravaca. El País (13/04/2018).

Repasando el vídeo de su toma de posesión, el tema al que prestó más atención fue reivindicar la reforma electoral. La que propuso Rajoy en 2014, consistente en la doble vuelta (de hecho bipartidismo) para la elección de alcaldes y presidentes autonómicos. Y que se primara al partido ganador en las nacionales, pues se puede aumentar en 50 el número de escaños al Congreso, sin tocar la Constitución, de modo que no dependamos de bisagras nacionalistas ni de cualquier otro partido que luego socave nuestros intereses electorales.(Primer discurso como presidente del PP, 21/7/2018)

Curiosa la referencia a la reforma electoral en su primer discurso como presidente del PP. Sin duda, si accediera al gobierno, Casado impulsaría esa reforma, que ya fracasó durante la Republica, que endure la representatividad política favoreciendo, de hecho, la radicalidad y el enfrentamiento civil.