El PP muerde el polvo y ERC se desinfla

Para buena parte de comentaristas internacionales estas elecciones catalanas, con una participación histórica del 82 por ciento, podrían considerarse plebiscitarias, y a modo de segunda vuelta del referéndum ilegal del uno de octubre. En este 21-D se ha movilizado nuevo electorado, y los 8 puntos de mayor participación han favoreciendo a Ciudadanos, en Barcelona y las comarcas de su cinturón, fagocitando las expectativas del partido popular y del PSC. Ciudadanos ya se posiciona como alternativa de gobierno; no en Catalunya, porque la aritmética no suma, pero sí en España tras unas futuras elecciones nacionales.

El bloque soberanista, ya que se ha descartado seguir por la vía unilateral, ha conseguido el favor de 1.828.659 votantes, con 66 escaños. JuntsxCatalunya, la lista del President Puigdemont,  ha ganado entre el soberanismo a costa de ERC, el partido que azuzaba para la declaración de la república catalana, con el inestimable estalinismo de la CUP, y de votantes de Catalunya en Comó-Podem que habrían querido salir de la ambigüedad a que nos tienen acostumbrados.

Puigdemont, el ganador en el soberanismo tendrá que dejar protagonismo a otro candidato. Ya fue advertido por su partido respecto de que los pactos postelectorales los establecería el partido y no el President y tras los resultados del 21-D, y ante la inminente detención no puede pretender seguir con la Presidencia.

El PDeCat tiene que recuperar su papel centrado y recuperar voto que se ha ido a Ciudadanos o al PSC por esas manifestaciones personalistas de un President sobradamente amortizado. Aquí es oportuno traer a colación la entrevista a Artur Mas, con Zapatero, en el programa de Jordi Évole, cuando dejó claro que él y otros muchos de la dirección del PDeCAT no estaban por una DUI, prevaleciendo finalmente el sentido de lealtad de partido hacia el President.

Al otro lado del hemiciclo, los partidos que se agrupan entre los unionistas, la línea inmovilista de PP y Ciudadanos, habrían obtenido  1.255.638   votos y 41 escaños, que junto a los del PSC,   588.613   votos y 17 escaños, suman  54  escaños.

El flamante ganador Ciutadans, junto con el PP suman el 29,58 por ciento de los votos, 3,2 por ciento más que en las elecciones de 2015, en que obtuvieron 26,39 por ciento de los votos emitidos. Por parte del soberanismo, Junts per Catalunya y Esquerra ha alcanzado los 43,14 por ciento de los votos emitidos, 3,55 por ciento más que Junts pel Sí, en 2015, que consiguió el 39,59 por ciento. En porcentaje de voto soberanista-independentista no ha bajado como se especulaba. El PSC que pretendía el milagro socialista se ha quedado como estaba, en un modesto 13,86 por ciento del voto, en 2015 obtuvo el 12,72 por ciento.

El otro derrotado, junto al PP, ha sido la CUP ha pasado del 8,2 por ciento de los votos al 4,21, de 10 escaños a 4. El electorado más izquierdista, radical pero no estúpido, le ha penalizado sus locas salidas hacia la inutilidad política. No se olvide que fue el impulsor de la DUI desde la forzada hoja de ruta impuesta en la declaración independentista del 9 de noviembre de 2015.

Visto desde la óptica de superar la excepcionalidad que dio motivo a la aplicación del artículo 155, lo deseable sería un gobierno que aunara legitimidad de urnas: las del 21-D, por supuesto, pero también las que dieron lugar a la mayoría parlamentaria y la presidencia a Puigdemont, cesada judicialmente. Es decir, un gobierno de unidad de País que habría de intentarse entre partidos soberanistas y del tronco constitucional moderado.

JxCat, el PDeCAT, primer partido del soberanismo recuperando el espacio catalanista, no socialista, y pactista de Convergència, a pesar de Puigdemont que habría de renunciar a aspirar a la Presidencia en favor de un notable de consenso, con ERC por el soberanismo suman juntos 66 escaños y con el bloque constitucional moderado, los de Colau (8) y el PSC (17), darían una holgada y plural mayoría de 91 escaños.

Ante esta nueva situación, el PP con una nueva actitud  tiene ahora la oportunidad de reivindicarse en Catalunya, podría arrobarse el mérito de un nuevo clima de diálogo con un Rajoy  que  podría  promover una reforma constitucional federalizante. Sin duda, una nueva actitud de pacto le descubriría como partido que sin dejar de ser nacional se abriría a un cierto pragmatismo regionalista, y con ese nuevo capital político podría contraponerse el efecto Ciudadanos.

Por descontado, una mayoría articulado por Ciutadans (36 escaños) con el PP (4) y PSC (17), juntos 57 escaños, es inviable.

 

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