La actitud de tolerancia y temple de la presidenta del Congreso Ana Pastor es  lo más destacable de una sesión tediosa por densa, pero nada aburrida para quienes valoramos que las ideas políticas deben respaldarse con contenido de proyecto y perspectiva histórica.

Hacia falta que los disputados, y quienes quisieran escuchar el debate, tuvieran cierta ilustración sobre la historia pasada e inmediata, para explicar el porqué del independentismo en Catalunya y sobre la verdad de la Transición. Que fue lo que pudo hacerse teniendo en cuenta, no la correlación de fuerzas, sino la correlación de debilidades, frase citada de Manuel Vázquez Montalbán.

En mi opinión, Ana Pastor se ha revelado como la sucesora idónea en la presidencia del PP cuando la dimisión de Rajoy sea inevitable y mucho mejor que el presidenciable Núñez-Feijoó, demasiado atado al grupo de los rajoy que sería incapaz de dar el giro de credibilidad que el partido popular necesita. Discreta y eficaz en su cometido anterior como ministra de Fomento, interlocutora viable con Catalunya, sería capaz de conducir al PP a una transición hacia la modernidad social e ideológica, centrista y regionalista, quizás dando el salto ideológico al federalismo como la CDU en Alemania, con el respaldo cierto de las nuevas direcciones de Madrid, Valencia y Baleares.