¿Existe un PP no conservador, democristiano y centrista?

El domingo 14, la incombustible Esperanza Aguirre se retiraba a medias de la política, empujada por su entorno de corrupción. Hace dos semanas, el vicesecretario Javier Maroto decía que «merece la pena», «una purga» contra la corrupción y que «se lleve a quien se lleve por delante». Ante los casos de corrupción que no cesan de destaparse los militantes del PP ven urgente una renovación que frene el descrédito del partido y recupere a un electorado que vuelve a mirar a Ciudadanos como la alternativa de centro derecha.

 

Y corresponde a los jóvenes cachorros, que Rajoy promocionó a primera línea política para revestirse de juventud, desmarcarse de sus mentores y acometer una limpia, no solo contra la corrupción sino, también, contra la vieja política de intereses y de lealtades ideológicas, que no son sino eufemismos para referirse al corporativismo de partido.

rajoy vascoAhora que es probable que el PP abandone la Moncloa, y que afloren nuevos casos para la Justicia cuando muchos secundarios se queden sin cobertura institucional, el partido popular tendrá la oportunidad de una catarsis y una decantación ideológica hacia más a la derecha, hacia el centro o permanecer en la sopa actual. Javier Maroto, que se casó el año pasado con su pareja de siempre gracias a una ley del matrimonio del mismo sexo que jamás hubiera apadrinado su partido, debería de reflexionar, como muchos líderes regionales, sobre si el doctrinario pepero no estará desfasado. Y sobre si el partido popular no habrá sido victima de dogmatismos personales y nostálgicos que ya superamos con la Transición.

camarilla pepera 1989

La credibilidad del PP pasa por librarse del lastre conservador y ultraderechista de su origen. Me consta, podría decir nombres de aquí, que jóvenes de Falange y otros Ultras entraron en la Alianza Popular del pragmático Gabriel Cañellas. Al tiempo que liberales, democristianos y, aún, personas muy de derechas, pero de ilustrado y dialogante pactismo, que sabían llegar a acuerdos de convivencia y progreso en contraste, salvo notables excepciones, con la falta de rigor intelectual y capacidad de diálogo de ahora. Sin duda, el camino está en una refundación del partido popular dando lugar a otro partido, quizás buscando convergencias,  y revisando su actual ideario; el PP tiene que darse cuenta que la sociedad, también en el perfil ideológico de centro y de derecha, ha evolucionado.

En este momento en que ningún analista duda de la necesidad de otra transición, el PP debiera estar a la altura de los desafíos presentes abandonando rigideces de otros tiempos. Es significativo, en ese sentido, que exista un número de diputados y senadores que se dan cuenta que este PP enrocado no va a ninguna parte y que estarían dispuestos a desbloquear el Senado para facilitar la reforma constitucional que pasa, entre otras, por una estructura federal explícita, y una ley electoral proporcional. La llave de las reformas está en poco más de 25 senadores de la bancada popular que podrían ser la llave, y el germen, del gran partido de centro derecha que España necesita.

El PP haría bien en dar ese paso de patriotismo, como hicieron las Cortes franquistas en 1976, facilitando una reforma política progresiva, inclusiva de las aspiraciones de Catalunya y, cada vez más de Euskadi, como la única capaz de mantener la unidad del Estado.

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