(Publicado el 15-Marzo-2014, en Última Hora)
Mejor un mal acuerdo que un buen pleito es la frase hecha y, el dicho de la gitana, “pleitos tengas y los ganes”. Todos sabemos que cuando las discordias se ventilan en los tribunales se produce un coste económico y el desgaste emocional que supone las energías invertidas en razonar y hacer valedora nuestra opinión.
La crisis abierta en Crimea es un buen ejemplo de lo insensato que podría suponer que la Unión Europea persistiera en su inmovilismo respecto la realidad política de Ucrania, su especificidad nacional; fue regalada a Ucrania por una alcaldada de Nikita Jrushchov, de ésta nacionalidad. No solamente eso, es que Ucrania es la patria de origen del pueblo ruso y, sin que ello deba alimentar argumentarios de anexión, un nuevo estatus político debería preverse para las regiones del Este y, sin duda para Crimea, donde la minoría rusa de origen y de vocación es ampliamente mayoritaria.
Publicaba Felipe Sahagún, profesor de Relaciones Internacionales de la Complutense, un interesante artículo, El Mundo 12-03-14, en que reflexionaba sobre sendos artículos de Henri Kissinger, exsecretario de Estado norteamericano, en el Washington Post (5-03-14), y de Sergey Karaganov, inspirador de la política geoestratégica de Rusia, y exConsejero Presidencial de Boris Yeltsin y Vladimir Putin, en el Financial Times (6-03-14). El profesor Sahagún refería cómo ambos teóricos de la geopolítica coinciden en la necesidad de que Occidente valore y respete adecuadamente a Rusia, indispensable para acuerdos sólidos y duraderos.
Karaganov, en su artículo, escribía que “el pueblo ruso no vio la desintegración de la URSS como una derrota, pero Occidente trata a Rusia como si hubiera sido derrotada”, opinión coincidente con la de Kissinguer, que critica que se trate a Rusia como “a quien hay que enseñar con paciencia las normas de conducta de Washington”. Para Karaganov y Kissinguer, Ucrania, debería funcionar como un país independiente con un estatus de neutralidad geopolítica, como Finlandia, puente entre Este y Oeste, y una estructura federal que permitiera a cada región elegir libremente su lengua y sus lazos culturales y de cooperación.
España, históricamente con buenas relaciones con la Rusia de antes del bolchevismo, tiene la necesidad económica y geoestratégica de comprender la situación de Crimea, aunque haya lecturas interesadas que tracen paralelismos con otras situaciones nacionalistas.