Soberanismo templado por las urnas.

¿Se equivocó Mas al convocar las elecciones? A la pregunta habría que darle la vuelta, ¿podría haber agotado la legislatura sin más, ante el cierre en banda de Mariano Rajoy, cuando el lema de campaña de 2010 había sido el Pacto fiscal?

Hace dos años, cinco meses después de la publicación de la sentencia del Estatut y tras sendas manifestaciones en contra, Mas ganó una holgada mayoría con el objetivo político de negociar un Pacto fiscal que redujera el déficit fiscal de Catalunya con el resto de España.

Ahora, cerrada la puerta de un pacto económico a la vasca y tras sendas manifestaciones, esta vez con la aquiescencia de sectores económicos, Mas se ha presentado con el propósito de impulsar un referéndum, para que los ciudadanos de Catalunya expresen su opinión respecto el encaje que quieren para Catalunya ¿en qué marco? Ése debería ser el quid de la cuestión.

Pasando por alto los improperios, y las subidas de testos y progesterona, unos y otros tienen que aterrizar en zonas de consenso y afrontar los desacuerdos desde la racionalidad.

 

Mas no ha obtenido el respaldo que había pedido por desconfianza en su gestión y porque hacia el final de campaña se visualizaban más senyeras que senyeres independentistas, que provocaría recelos en un electorado independentista, sobre la firmeza de la voluntad de Mas en romper con España?

Lo relevante es que Mas, tras dos años de recortes duros, sólo ha perdido 90.489 votos, y ha obtenido 12 escaños menos porque la ciudadanía catalana se ha volcado en estas elecciones, aumentando la participación en más de medio millón de votos.

Más ha ganado las elecciones con menos representación parlamentaria, pero los partidos soberanistas, se entiende quienes pretenden un referéndum, no necesariamente la independencia, han aumentado en 186.630 votos (CiU y ERC); en el extremo opuesto, quienes se oponen y defienden, parece, el estatu quo actual, PP y C’s, han incrementado sus votos en 252.902. En relación a la representación parlamentaria de ambos extremos, CiU y ERC, han obtenido 71 diputados, y el 44,37% de los votos emitidos, mientras PP y Ciutadans C’s, suman 28 diputados y el 20,6 % de los votantes.

Se mire como se mire, Catalunya ha votado por el derecho a un referéndum a la escocesa que, como es obvio, no prejuzga ningún resultado. Todo depende de la pregunta.

Rajoy debería hacer uso de pragmatismo y de inteligencia política.

No se puede hacer oídos sordos al nacionalismo catalán que, como se ha demostrado, es una vindicación compartida, también, por Iniciativa-Verts-Alternativa y la radical CUP que suman 485.076 votos, el 13,4 % de los votantes y 16 diputados; sin olvidar un PSC, que ya se ha pronunciado por un modelo federal. En el nuevo parlamento el 64,4 % estaría por el referéndum, solo un 20,7 % se opondría a esta posibilidad, al que habría que sumar, probablemente, el 15%, del PSC.

En este punto, habría que retomar el discurso original de Mas que comprometió trabajar para dotar a Catalunya de estructuras de estado. Esa expresión, tan altisonante como indefinida, significa que se trata de organizar el país desde una sola administración pública, la del estado propio, la comunidad autónoma en el modelo autonómico, que no es más que la afirmación pragmática, y visionaria, del estadista que fue Manuel Fraga.

Se trata de superar tics geocentristas del pasado y reformular una España multinacional, no por ello menos sólida y comprometida que en el pasado, y no temer a los desafíos futuros porque, en definitiva los pueblos buscan su pervivencia y el bienestar de sus ciudadanos.

España, estructurada en un modelo federal, con las particularidades precisas para reformular el anclaje de Catalunya, pero también del País Vasco y Navarra, tendría el respaldo de la Unión Europea que facilitaría que, especialmente, Catalunya y País Vasco, tuvieran mayor participación en Europa. Ese camino, de ser explorado con seriedad, tiene todas las probabilidades de éxito.

Una propuesta de Estado Federal viable y que podría implementase a corto plazo tomando como modelo el trayecto constitucional en que la redacción y aprobación de la Constitución (seis meses de redacción en Comisión y diez meses de trámite parlamentario, hasta su aprobación por las Cortes y referéndum el 6 de diciembre), de modo que podríamos tener nueva Constitución a finales de 2014, que con un leve adelanto electoral sería refrendada por el nuevo parlamento.

¿Habrá fuste político en esta nueva generación, que eran niños o adolescentes durante la Transición?

Es hora de un nuevo pacto constitucional.

Es preciso llegar a acuerdos de Estado. Ni desde el Estado ni desde Catalunya puede haber mayor interés en tensar las relaciones y cortar vínculos de racionalidad. Unos y otros, presos de sus declaraciones y compromisos electorales, deben superar un camino de despropósitos y de intolerancias acudiendo a la seriedad de los argumentos, y a la magnanimidad. Por parte del gobierno del Estado, asumir que es el momento de plantear la reforma constitucional y no temer un referéndum en que, como el gobierno de Cameron con Escocia, tiene que exigir que se negocie la pregunta; por parte de CiU atemperar el discurso, como ya se está percibiendo en declaraciones de Duran Lleida, y avenirse a que la pregunta sea negociada con el gobierno nacional. En clave de Catalunya, formar una mayoría estable debería suponer atraer al menos dos partidos del arco parlamentario, evitando frentismos inoperantes para el gobierno del día, y abriendo el perfil político de la Generalitat.

Publicado en ÚLTIMA HORA, el 06-12-2012

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