Angela Merkel, enemiga o desconfiada.

Muchos habremos pensado en más de una ocasión, si la canciller Angela Merkel no estaría pretendiendo, quizás en su subconsciente,  que Alemania se apodere de Europa, esta vez por la vía económica, tras los intentos fallidos de las dos guerras mundiales.

A pesar de ser consciente de los enormes sacrificios que supone su inflexibilidad, la canciller no afloja en sus exigencias de ajustes y sacrificios, retrasando en lo posible, dar luz verde a medidas menos restrictivas y dirigidas a impulsar la reactivación, como demandan el resto de los estados de la eurozona.

La economía alemana, entretanto, aguanta bien y se beneficia de la destrucción del tejido productivo de los países en rescate, como el nuestro, cuyos mercados a la baja ofrecen buenas oportunidades para comprar a precios devaluados. Sin duda esta estrategia, de forzar a que los estados de “la crisis” reestructuren sus activos económicos a niveles de antes de la escalada de sobreapreciación económica, que bien podríamos datar en poco antes de la entrada del euro, tendrá como consecuencia una mayor presencia de empresas foráneas en sectores estratégicos del mercado nacional.

Pero no es tan maquiavélica la señora Merkel. La cuestión es que nuestra economía no ha estado bien nunca, siempre estructurada en función de coyunturas, en los últimos quince años el boom del ladrillo, y el sector turístico siempre dependiente de la buena marcha de las economías europeas, ofreciendo pues, por nuestros propios méritos, pocas solideces que aportaran solvencia a nuestra economía.

Esta falta de confianza se ha visto favorecida por asuntos como el de Bankia, que este gobierno no ha sabido gestionar, pretendiendo maquillar el alcance del desaguisado. Y también, porque se sigue la insensatez megaconstructiva, más AVEs ruinosos o apostando por el corredor ferroviario central, que no resistiría un estudio de análisis de coste-beneficio, sin haber asegurado antes las inversiones para el corredor mediterráneo; el único que tiene viabilidad económica y, cuyo trazado, discurre por la eurorregión que supone el 40% de población y del PIB español, y genera el 50% del tráfico ferroviario.

Publicado en Última Hora, 27-10-2012

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