La Comisión Europea ha propuesto la puesta en marcha de una nueva tasa sobre el valor añadido europea con el fin de alimentar el presupuesto de la Unión Europea entre 2014 y 2020, según ha anunciado su presidente, José Manuel Durao Barroso.
La idea sería extraer de manera uniforme, en todos los países de la UE, una partida de su colecta del IVA sobre el terreno, de entorno a uno o dos puntos, que sería transferida directamente al presupuesto europeo.
Desde que Zapatero cuando la presidencia española, hace solo un año y parece una eternidad, propusiera que había que avanzar hacia un directorio económico europeo, mutas mutandi se va en esta dirección, la proposición de ayer de Durao Barroso me parece un atrevimiento clarividente al que hay que dar apoyo. Los que creemos que la salida de Europa es mayor integración, pero no necesariamente todos iguales, que quien trabaja bien merece mayor crédito y participación en beneficios, vemos que una hacienda europea específica es el primer eslabón serio para la cosntrucción de una futura república federal europea. Ahora bien, cuidado con repetir los vicios de los estados ineficientes: burocracia excesiva, ineficiente y remunerada a precio de altos ejecutivos, porque, entre otras, tienen que mantenerse en una ciudades privilegiadas, caras, por costes artificiosos de alto nivel de vida (de gasto), que se aprovechan por ser las sedes donde se localizan, obligatoriamente, las principales instituciones europeas…Bruselas, Estrasburgo, Frankfurt…,
Estar en la burocracia europea debe de ser un privilegio para quien lo esté; no son necesarios sueldos escandalosos…como lo que hay. Y no me vale que hay que competir con la privada por los mejores profesionales; no es verdad. Al final, los mejores o peores profesionales funcionan por criterios de beneficio corporativo, según directrices políticas. Todos los que habían visto venir la crisis en 2007, callaron porque no podían enfrentarse a sus políticos. Para llevar las instituciones, francamente, vale con dominar dos idiomas, además del propio, y cierta especialización, porque la mediocridad está por añadidura. No hace falta tanta inmediatez física, hay que reducir i diversificar las sedes y utilizar más Internet, videoconferencias, etc.. No sólo para comunicarse, que ya se hace por supuesto, sino para debatir y votar. Más teletrabajo, como se diría.
Más integración económica, fiscalidad, vigilancia de los déficits, menos soberanías económicas y riesgos de populismo, cuyo coste repercute en todos. Y, al tiempo, un estado de bienestar de mínimos europeo, garantizado por las instituciones europeas, pero vigilado para su repercusión sea acorde a la capacidad de autofinanciación de cada estado miembro.