En las primeras elecciones a la vista, las catalanas del 14 de febrero, los partidos de la derecha nacional van a recibir un varapalo, como ya es de costumbre en Catalunya y Euskadi. Los del PP y, los de Vox, son herederos de aquella Alianza Popular presidida por Manuel Fraga formada por políticos franquistas, que querían reciclarse, y que se opusieron como pudieron al título VIII de la Constitución, transigiendo en los cambalaches del consenso pero votando divididos el texto constitucional.
De los 16 parlamentarios de Alianza Popular en la legislatura de 1977, nueve votaron a favor de la Constitución, entre ellos Fraga y López Rodó (el ex ministro de los planes de desarrollo, del Opus Dei); dos se abstuvieron, Licinio de la Fuente (ex ministro de trabajo, falangista) y Álvaro Puertas (luego sería tesorero del PP); y cinco votaron en contra, entre ellos, Federico Silva Muñoz y Gonzalo Fernández de la Mora, ambos ex ministros de obras Públicas y falangistas. Gonzalo Fernández de la Mora, el de mayor calado intelectual, creía que la monarquía del elegido Juan Carlos como sucesor permitiría la supervivencia del régimen sin Franco. Un año después del juramento de Juan Carlos a los principios del Movimiento y con aires de cambio, siempre desde un indiscutible mantenimiento del Régimen, montó un buen revuelo con su ensayo “El crespúsculo de las ideologías” (1971).
González de la Mora fue uno de los inspiradores intelectuales del joven José María Aznar que, con 25 años, uno ya tiene bien formada su ideología a esa edad, predicaba con pasión el no a la Constitución. Luego, desde el gobierno se hizo defensor acérrimo del texto constitucional aunque, eso sí, muy tibio con el asunto autonómico y con serias diferencias con el mismo Fraga que, desde la presidencia de la Xunta, defendía la administración única; que solo se entiende desde un planteamiento federal.
Esta introducción sirve para ayudar a entender las dos almas de la derecha nacional. La fragista, que hoy estaría por un aggionamento del discurso que solo podría darse si Feijóo tuviera una revelación que le hiciera ver la dimensión histórica del momento, y la de Casado y Vox, que están impulsando un trumpismo social, amparados por la nostalgia neofranquista de una parte notable de la sociedad española. Un frentismo que querrían que terminara en un estallido de ruptura social.
El integrismo de PP y Vox, promueve un nacionalismo español excluyente y combativo; pretendiendo imponer desde las leyes, los valores tradicionales del catolicismo, limitando derechos individuales y sociales. Como es la, aún vigor, restricción del aborto de Gallardón o la religión obligatoria de la ley educativa de Wert. Aspiran al poder para volver a diseñarlo a su conveniencia: penalización de todo ideario político y social no conveniente, y mantener el espacio judicial a su medida.
Estas dos almas de la derecha coinciden en oponerse radicalmente a cualquier cambio institucional en sentido de reconocimiento de la pluralidad cultural y nacional de España. Para esta derecha intransigente, para nada comparable a liderazgos como Merkel o Macron, no se trata de velar por la integridad nacional contra el independentismo, sino de conservar los privilegios del poder centralizado, que controlan hábilmente, y que se disiparían con una estructura de poder más horizontal, más apegada al territorio, como sería el estado federal.
El frente anti gubernamental que se manifiesta a diario, y que estalla en los medios ahora con motivo de los presupuestos, no va de derechas o de izquierdas sino sobre todo del franquismo camuflado, en el llamado régimen de 78, contra quienes piensan en una nueva España estructurada de forma federal y con verdadera vocación social. El modelo alemán, podría ser.
No puedo estar más de acuerdo contigo Xavier. Tu siempre tan acertado