Toda perversión ideológica es posible

Los ensayos de Yuval Noah Harari, el autor de Sapiens, Homo Deus y de 21 lecciones para el siglo XXI, nos impelen a reflexionar sobre el  futuro incierto y aterrador que nos espera, describiendo cómo los humanos vamos a dejar el control de nuestras vidas a la biotecnología y a la Inteligencia Artificial. Dándose, así, otra vuelta de tuerca al proceso histórico de despersonalización del hombre en favor de intereses siempre ajenos a su desarrollo vital.

Desde las religiones, que ofrecen creencias acomodadas en una batería de preceptos que se legitiman por el don especial de la fe, hasta los constructos mentales modernos: Ideologías que traspasan los linderos individuales para justificarse en soluciones ilusorias; dando explicaciones sencillas a las angustias de una sociedad en permanente letargo de descomposición. Con más ahínco que en otras épocas, estamos en tránsito hacia nuevas realidades que nos asustan por inéditas y que no pueden ser imaginadas desde el hoy. Porque si lo fueran, y parecieran demasiado fantásticas sin duda serían ciencia ficción, y, si se tratara de prospecciones verosímiles, probablemente, estaríamos ante simples transposiciones miméticas del presente insertas en ese mañana, más o menos cercano.

Ante la velocidad de los avances tecnológicos y los cambios en las relaciones económicas se multiplican las convulsiones sociales en forma de crisis económicas y políticas, desarrollándose paradigmas productivos y de consumo diferentes, forzando la aparición de  nuevos modelos de convivencia social y de organización política.

Uno de esos paradigmas que está cayendo, señala el gurú del pensamiento social Noah Harari, son los conceptos de individualidad y racionalidad, tenidos como principios indudables y señas de identidad y encuadre del progreso económico y social. Motores culturales de las revoluciones industriales y  económicas y fundamento de las realidades políticas de estos últimos doscientos años. El individualismo, el individuo controla su vida, y la racionalidad en las tomas de decisiones, se muestran como mitos fenomenológicos frutos de un simplismo idealista que no se corresponde con la realidad de las conductas sociales. Los individuos se comportan llevados por las emociones, y no por decisiones de racionalidad, y su individualidad se diluye ante la presión de los consejos publicitarios o de líderes de opinión.

Los humanos rara vez piensan por sí mimos, más bien piensan en grupos, dice Harari, y así se explica la facilidad con que se puede instrumentalizar el comportamiento social a conveniencia. Ante situaciones de gravedad, o de hipersensibilidad individual o social frente a situaciones polarizadas, es fácil extender relatos que expliquen la adversidad con simplismos extremos acudiendo, por ejemplo, a proclamas patrioteras contra otras naciones o grupos culturales externos. Como, también, la construcción de relatos y de consignas, las fakes news, por más absurdas que sean, tienen su zona de credibilidad cuando se emiten con titulares provocadores, y suficiente verosimilitud, y se fortalecen como verdades cuando se hacen virales en los círculos ideológicamente cercanos.

¿Y cómo responder a esos desafíos que desarticulan las sociedades que conocemos? La respuesta está en el empoderamiento social, de la sociedad exigiendo cambios significativos en los mecanismos responsables de la realidad política. Solo la política tiene los instrumentos suficientes para pautar ese cambio sociocultural, por demás, inevitable.

Xavier Cassanyes

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