España no tiene quien la escuche

Cuando los principales medios de comunicación nacionales coinciden en que tiene que gobernar Rajoy, me envuelve una sensación de orfandad. Es el desconcierto ante el elogio a la sordera cuando los políticos que no tienen en cuenta que en una democracia lo sustancial es el votante en su conjunto: El electorado de aluvión, que vota sistemáticamente a unas siglas, y ese otro, que cada vez es más relevante, que entrega y quita mayorías de gobierno; un electorado informado, concienciado se diría si utilizáramos términos de mercado, que no dejándose seducir por correas de transmisión ideológicas, valora el aquí y ahora de cada realidad política y que, asumiendo su responsabilidad, gerencia el valor de su voto.

Una encuesta de Metroscopia, publicada hace dos semanas, vaticinaba que en unas terceras elecciones el PP aumentaría en 2 puntos su cuota de representación, 34,8 por ciento; el PSOE y Podemos, estarían a la par, 21,1 por ciento y Ciudadanos se dejaría un punto, consiguiendo un 12 por ciento. Pero esta previsión, viendo cómo se equivocaron las encuestas el 26-J, es teórica cuando prevé una abstención del 37 por ciento (el 26-J fue del  30,1 por ciento; y el 20-D del 26,8 por ciento) y a mí me da que esas terceras elecciones se plantearían apelando a una especial responsabilidad para salir del atasco político; la participación podría acercarse a la del 20 de Diciembre. Entonces podría funcionar la fidelidad del voto que para el PP y Podemos es alta, del 81 y 80 por ciento; mientras que el PSOE con un 69 por ciento y Ciudadanos con un 67%, sería los más perjudicados. Pero, ¿hacia dónde?

Parece claro que el voto de Ciudadanos iría al PP, ahí está su fracaso en las gallegas y vascas. Pero en el caso del PSOE, el desplazamiento podría tener un componente territorial. De los 85 diputados del PSOE, 35 fueron elegidos en las autonomías cuyos barones están más activos por dejar gobernar al PP. ¿Estarían los votantes de esas autonomías por volver a votar socialista o recogería Podemos-Unidos el descontento? Lo mismo cabría decir de los votantes socialistas de Catalunya (7 diputados) y Comunitat Valenciana (6 diputados), donde aún colea el enfado porque  Ferraz, no autorizara la coalición que se pretendía para el Senado con Compromís.

Las elecciones vascas y gallegas, como se esperaba, han supuesto un duro varapalo a los socialistas. ¿A Pedro Sánchez? No. En absoluto. Tanto en Euskadi como en Galicia, el PSOE se percibe como españolista, nada federal. Se entiende como un socialismo nacionalmente uniforme, el que defienden Susana Díaz, Lamban, Fernández-Vara o García-Page que, ante la ruptura de Podemos en Castilla La Mancha y Extremadura quizás estén pensando en un nuevo tamayazo. Tampoco ha ayudado, en su pulso con las marcas de Podemos, decisiones de corte neoliberal del gobierno Zapatero, adelantando la política económica que después desarrollaría el gobierno de Rajoy.

Algunos analistas, tergiversando el arrojo de Pedro Sánchez al convocar el Congreso para que cada quien clarifique su posición ideológica, tratan de ponerlo al mismo nivel de un Rajoy temeroso de perder su poltrona y, tal vez, de ser salpicado por la corrupción que sigue destapándose.

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