En el artículo anterior me preguntaba qué papel querría desempeñar Ciudadanos. Si aspiraba a convertirse en el referente del centro derecha nacional o iba a conformarse en ser un partido bisagra, de geometría variable en función de propios intereses; con lo que le auguraría una corta vida. La experiencia de Unió Mallorquina, que con Jeroni Albertí tuvo la sincera ambición de convertirse en el referente del centro derecha regionalista, es un claro ejemplo de cómo un partido que había conseguido 6 diputados al Parlamento balear (1983), en la coalición con los Liberales de Antonio Garrigues (PDL), dilapidó su credibilidad cuando dio su apoyo a la Alianza Popular de antes de la reconversión ideológica, para que formara el primer Govern balear. Con el lema que ahora utiliza el PP, Anam per feina, Unió Mallorquina caló en el electorado, incluso en Palma con dos concejales, ilusionando a un electorado que esperaba que la nueva formación liberal y regionalista, fuera el embrión de un partido balear moderado, del estilo de Convergència en Catalunya.
El sanedrín de Albertí, el empresariado que había financiado la campaña, presionó para que se facilitara la elección de Gabriel Cañellas había conseguido 21 diputados (AP-PDP), el mismo número que los del socialismo centrista y moderado de Félix Pons. Albertí, que había formado UM para preservar el espacio de centro, al apoyar a Cañellas se entregaba a la derecha dogmática de la que se había querido desmarcar frustrando a buena parte de sus votantes. De haber facilitado un gobierno de centroizquierda, en sintonía con el cambio que había votado el País, hubiera podido marcar espacio propio en el centro derecha regional. Aquel error acabó por hundir las expectativas electorales de un partido que había nacido con vocación de mayoría de gobierno socavando su independencia política, terminando por convertirse, con la dirección de la ambiciosa alcaldesa de Costix, en una pantomima y en una asociación de intereses.
En Baleares, Ciudadanos no tiene trayectoria política por lo que su expectativas electorales vienen de la fortuna de una marca política, catapultada al éxito gracias a la beligerancia de su líder Albert Rivera y como voto de castigo al partido popular sin salirse de similar bancada ideológica. Debiera Ciudadanos, sin embargo, refrenar su entusiasmo y tomar nota de la experiencia de UM. Sí se propone actuar, como parece, apuntalando otro gobierno popular terminará fagocitado y el PP reforzado, truncándose las expectativas de quienes añoran un centrismo de sensibilidad regional. Ciudadanos, lo ha manifestado está por una mayor centralización. Entonces, el PI se erige como el depositario del voto centrista y liberal regionalista. El PI de Jaume Font y Antoni Pastor, tienen experiencia política y de gestión pública. El primero, fue Conseller de Medi Ambient y Senador por Mallorca y, Antoni Pastor, es alcalde Manacor (la segunda ciudad de la Isla) y un eficaz y brillante parlamentario.
Estas elecciones del 24 de mayo son eminentemente políticas porque pueden catapultar un cambio político sustancial en las próximas generales o desilusionar, desmotivar y desactivar todo espíritu de renovación política por una generación más. Hoy, el mayor problema institucional es que los partidos políticos se han alejado de su función como canalizadores de la participación de la sociedad en la política, para convertirse en maquinarias de adoctrinamiento social.