Hay que diseñar un nuevo sistema electoral (I)

 

La participación política que se concreta en el acto de las elecciones en las democracias parlamentarias, está mediatizada por los partidos políticos de quienes depende, en primera instancia, la política que se lleve a término. Desde el momento que las candidaturas, mayoritariamente, se presentan desde los partidos y coaliciones políticas, son éstos, los partidos y coaliciones políticas, quienes presentan a los candidatos y los que marcan y condicionan la tipología de participación de los cargos electos en las instituciones. Es aquella frase de “el que se mueva no sale en la foto” y, por tanto, a pesar de que el artículo 67 de la Constitución, diga que ningún miembro de las Cortes Generales estará ligado por mandato imperativo, de hecho, los cargos electos actúan, notablemente en clave del partido al que pertenezcan, en bloque de mayorías.

 

Dado, de otro lado, la estructura piramidal de los partidos se produce una acusada endogamia donde toman el relevo generacional aquellos miembros que, formados en el aparato de los partidos, se han labrado sus credenciales agradando y siguiendo las directrices de sus mentores. De resultas, las nuevas generaciones que acceden a las riendas de la dirección política de los partidos están imbuidas de características de escuela funcionarial: inmovilismo, desde la perspectiva del discurso ideológico y poco dinámicas, respecto a la capacidad de su formación. Además, se tiende a sobrevalorar el peso del pasado, más que a estar atentos a la sociología política y económica del presente, recelosos de innovar ni de avanzar respuestas de futuro. Tienen escasa capacidad de prospectiva y se refugian en la endogamia intelectual.

 

La ciudadanía, consecuente con la percepción de esa inadecuación de los partidos políticos para cumplir su función en el sistema democrático, da la espalda a esa estructura quasi estamentaria y participando con tibieza en las convocatorias electorales. Y cuando lo hace, el votante se manifiesta más que a favor de una candidatura, en contra de la otra; cosa que, siendo legítima e impecable es, ciertamente, una perversión del propósito del voto en el sistema representativo.

 

Desde el punto del funcionamiento de los partidos y de la participación en las convocatorias electorales, es preciso definir líneas atractivas de participación dirigidas a motivar el interés, tanto para la participación electoral, como para incorporar a la ciudadanía en la actividad política y en la dinámica de los partidos.

 

La clave del debate está en establecer un nuevo sistema electoral que reforme, sin duda, circunscripciones y ratio de representación, pero principalmente en que se desbloqueen las listas electorales y se aprovechen las facilidades de comunicación que supone Internet para, por un lado, utilizar la red para los actos de la votación, como las redes sociales para incorporar conceptos de democracia participativa y deliberativa.

 

(Publicado solo en el Blog)

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