En las últimas semanas se está cuestionando si no ha llegado el momento de un relevo en la jefatura del Estado. En otros artículos, UH 5-1-13 y 2-2-13, me he referido en ese sentido en aras de procurar la estabilidad institucional, preservando la monarquía del descrédito que alcanza a otras instituciones. El rey Don Juan Carlos I que fue impulsor del cambio democrático ya no puede representar a la España del siglo XXI.
El tiempo no pasa en balde y quien fue imprescindible en los años setenta y ochenta, y ganó la legitimidad de su reinado gracias a haber desactivado el intento de golpe de estado del 23-F, tiene que darse cuenta que ahora es momento de abdicar en un hombre joven y preparado, que sintonice con los nuevos paradigmas que reclama la sociedad española.
La continuidad monárquica va a depender de que Felipe VI sea capaz de dar respuesta a los complejos desafíos con que se enfrenta la sociedad, pues la crisis moral y ética ha alcanzado también a la jefatura del Estado, al margen de cuanto se pueda probar en los tribunales, amenazando con desencadenar un desánimo irreversible que desemboque en atonía social y deserción política, hacia la desarticulación como sociedad y como estado.
La Transición, tras el desastre del franquismo que muchos quieren rehabilitar, fue un modelo de éxito porque el Rey supo atemperar a unos y otros y porque, a pesar de que las estructuras de poder fáctico que detentaban el poder político durante el franquismo pervivieron, Juan Carlos supo representar el signo de los nuevos tiempos: la Constitución fue el pacto político para aquella etapa histórica.
Pero ahora el Rey tiene que abdicar a favor de Felipe cuanto antes, porque la sociedad española necesita un estímulo creativo, un proyecto político creíble e ilusionante de futuro; postergar el relevo a la muerte del Rey o para otro momento, dejando pudrir la situación como les gusta decir a algunos, puede ser demasiado tarde. Se mire por donde se mire, la sociedad acabará responsabilizando a la Corona de las permisividades que han cobijado corruptelas y corrupciones, y si el clamor llega a cuestionar la forma de estado nadie, por credibilidad internacional, será capaz de impedir un referéndum entre monarquía o república.
(Publicado en ÚLTIMA HORA, 2-MARZO-2013)