Los que creemos que la política debe de estar a ras de calle, y ésta reflejarse en las instituciones de gobierno, pensamos que es mejor gobernar desde los pactos que por el uso de las mayorías absolutas. Al fin y al cabo, los resultados electorales son la radiografía del momento electoral. Tienen la legitimidad que el sistema representativo les otorga, indispensable para asegurar estabilidad institucional pero no suponen, desde un punto de vista moral, una bula para hacer y deshacer.
En España, Rajoy, al que sigo apoyando y del que espero mayor inteligencia y empaque que de sus ministerios iluminados por las FAES, hoy no conseguiría esa mayoría de la que goza. Y no solo por los recortes por duros y partidarios, véase si no el tinglado de Bankia, sino, ante todo, por la deriva reconservadora y antiregionalista que, si no se encauza, va a pasar su factura en las próximas elecciones generales aunque se den síntomas de recuperación.
Baleares dio la mayoría a Bauzá para que arreglara las cuentas y la pésima política del Pacte de Antich; no menos desastrosa que la del gobierno de Matas, con sonoros casos de corrupción y fracasos como el Metro, o la licitación de Son Espases cuyas consecuencias seguiremos arrastrando.
También en el seno de los partidos las mayorías se administran desde el dirigismo y el clientelismo. En mi partido, JM Rodríguez fue elegido presidente de la junta territorial de Palma gracias a una maniobra sorpresa que evitó que Mateo Isern pudiera presentar una lista alternativa. Hoy, Rodríguez, amparado en la mayoría absoluta con la que cuenta en el PP de Palma, pretende dictar la política municipal sin querer enterarse que el Alcalde se debe a Palma y no al Presidente de la Junta Local.
Los límites de las mayorías absolutas están en la dimensión moral de la función pública. Es decir, muchos pensamos que, como garantiza la Constitución para los parlamentarios, art 67.2, “los miembros de las Cortes Generales no estarán ligados por mandato imperativo”; el político electo no debería de ser obligado a votar, o tomar decisiones, en contra de su conciencia o criterio.
Publicado en ÚLTIMA HORA, EL 22-12-2012