Como era previsible el movimiento asambleario ha decidido continuar, de momento. De momento que es una forma de no decidir por no saber hacia donde se quiere encaminar. Cómo hacer compatible la fidelidad a una actitud de protesta «por todo» sin que ésta se enfrente a la nada, porque, es evidente, que para retirarse con la sensación de haber contribuido a una mejora en algo la vida política, (meta que se proponían al comienzo) es preciso concretar una hoja de ruta hacia la consecuención de algún objetivo en ese sentido, que sea realista, en cuanto a que pueda alcanzarse en un plazo razonable.
Para los partidos políticos el movimiento es un desafío de doble entrada. Hay que asumir aquellas revindicaciones que se imponen por su lógica, en cuanto a que significan y son mejoras objetivas de la calidad democrática y, al tiempo, no parecer que se está al dictado de un movimiento asambleario, en la calle, de presión por métodos marginales, populista, y que se prima a manifestaciones espontáneas, o no, por encima de los procedimientos de representación e intervención política establecidos en las leyes.
La solución parace obvia, antes de que el movimiento de los acampados concrete revindicaciones, que aparejen y condicione el desalojo de las calles, los partidos que van a tener la responsabilidad de tomar decisiones, asuman esa principal revindicación de revisión de la ley electoral; si se quiere, con presentación de una hoja de ruta, a fin de que sea el movimiento ocupa quien se adhiera a la iniciativa de los partidos y no éstos a las decisiones, procedentalmente antidemocráticas, de los acampados.