Desde que se inició la legislatura, el gobierno de Matas se impuso dar soluciones al déficit de infraestructuras viarias de Mallorca. Tras las estériles polémicas que protagonizaron la legislatura del Pacte, la sociedad mallorquina estaba saturada de controversias extremas y reclamaba acciones de gobierno que condujeran a la solución concreta de cuestiones que permanecían sin resolver desde décadas. Las infraestructuras del transporte, ferrocarril y carreteras, que son las que mayor incidencia tienen en la calidad de vida del ciudadano y que, a la vez, mejor visualizan la visión política de un gobierno, fue el centro de la política de esta legislatura que se termina.
Ciertamente que el Pacte tuvo el acierto de apostar por el ferrocarril y volver a Manacor, pero, también, tuvo la ceguera de conformarse con un trazado obsoleto reproduciendo el del siglo XIX, cuando el ferrocarril se enfocaba para el transporte de mercancías y la reactivación económica, con poca trascendencia para el transporte de pasajeros hasta varias décadas después.
Con la reactivación de la línea a Manacor, por el corredor antiguo para no perder los derechos adquiridos en su momento, pues de cumplirse cincuenta años sin uso por el que fueron forzosamente adquiridos deberían retornar a las fincas de los que fueron segregados, el Pacte obró con astucia pero perdió el sentido común que reclamaba una línea más racional, directa, desde Palma, y, a mi modo de ver, con ambición de media velocidad que pusiera a Manacor a treinta minutos. Un trazado que pasando por el Aeropuerto, Platja de Palma, Llucmajor, Campos y Felanitx, diera servicio, además, a una zona que, hoy por hoy, está experimentando los mayores incrementos de población.
El gobierno de Matas captó bien que la falta del decisión de Pacte y la candidez del, entonces, Conseller Mesquida en no pasarse de presupuesto, obsesionado por el déficit cero que imponía el gobierno de Aznar, y que tuvo maniatado al gobierno de Antich en política de inversiones, no debería de reproducirse. Jaume Matas sabía que debía de arriesgarse con una política osada ejecutando las inversiones necesarias para modernizar, principalmente Mallorca, en materia de infraestructuras viarias con la esperanza de albergar suficientes argumentos para exigir de los presupuestos generales del estado su financiación. Aún así, tuvo que claudicar al convertir en autovía la carretera de Manacor, con limitación de velocidad a 100 Kms situando a la capital del Llevant a diez minutos más lejos, en un trayecto de 50 Kms y en retardar la construcción del segundo cinturón.
Cuanto más se acerca la cita electoral, al gobierno central se le hace más difícil no asumir el coste de las infraestructuras, que por demás se ve que más bien pronto que tarde acabará pagando y, el gobierno de Matas, en coherencia con el pragmatismo de la sociedad de les Baleares, se desvincula de un PP, versión integrista, reclamando para sí parcelas de poder que hasta ahora parecían intocables en la esfera de competencias del estado central, como la cogestión de los aeropuertos que, para el PP antes de l’Estatut, era símbolo de soberanía nacional.
En esta recta final hasta las elecciones Locales y Autonómicas, el Govern tendrá, además, que presionar en cuestiones, que siendo esenciales para cualquier comunidad, hasta ahora no se han reclamado con suficiente energía ante los gobiernos que han ocupado la Moncloa. Enmaterias como educación, sanidad, inmigración, reconversión del tejido económico, I+D+i, y otros, cuyos ratios nos separan de la primera división europea, deben de exigirse inversiones importantes y, a tono, como corresponde a la solidaridad que deben de mantener los presupuestos generales del estado para con Baleares, corrigiendo ese diferencial abismal y ofensivo, como muestran las cifras que se publican cada año, de la contribución de Baleares a las arcas del estado y los retornos de éste.
Finalizando la legislatura puede afirmarse que el PP en Baleares ha sabido, razonablemente, mantener la equidistancia con la sombra de Génova, no implicándose demasiado con las diatribas ultraconservadoras que circulan por la capital, capeando las andanadas con estoicismo a la espera que el sentido, no sé si común pero sí el político, se imponga y alguien de los que mandan allá, se dé cuenta que los incendios en Galicia no son culpa del gobierno socialista, como tampoco lo eran del partido popular, y que perfeccionar la administración pública está en avanzar en el estado autonómico que nos dimos en 1978, y no en pensar en competencias de ida y vuelta, y pensar ya en nuevas infraestructuras políticas que modernicen esta sociedad, buscando el espacio suficiente y atemperado de una inmigración que cuando tenga el derecho al voto, en mi opinión no antes de que obtenga la nacionalidad, será el factor más determinante de un nuevo mapa electoral.
Las nuevas incertidumbres exigen prudencia y talento. Lo que Matas debería, ahora, cuidar para revalidar en 2007,, en saber mantenerse alejado y si viene al caso, resolutivo, ante cualquier conato de derechismo integrista, que confunda intereses privados con los de la sociedad.
UH, 07-09-2006