Se quiebra el referente francés.

Moody’s ha rebajado la nota de la deuda de Francia por el riesgo que sufre su crecimiento económico, debido a los persistentes desafíos estructurales, entre otros, la rigidez en el mercado laboral y de los servicios, los bajos niveles de innovación y la gradual erosión de su base industrial orientada a las exportaciones. En cuanto al sistema financiero, los bancos franceses están muy expuestos a países del euro más débiles, por lo que la banca francesa  sigue siendo vulnerable a una mayor profundización de la crisis.

Históricamente, en el siglo XIX, el camino francés a la industrialización, heredero del colbertismo, el mercantilismo galo, conjugaba el liberalismo económico, de tradición inglesa, con una política de creación e impulso de empresas estratégicas desde el estado o tuteladas por el poder político.

La connivencia entre políticos y empresarios, aseguró el compromiso de la naciente burguesía industrial y financiera en el empeño de fortalecer la hegemonía de Francia, facilitando, así, el enriquecimiento de esas nuevas clases sociales ascendentes y del pequeño comerciante y agricultor, contribuyendo a la movilidad social.

Tras la Segunda Guerra mundial, el estado francés prosiguió su política económica intervencionista, presionando a las empresas en beneficio de los intereses de Francia, en post de la “Grandeur” que proclamaba el General Degaulle, en su pugna particular con Estados Unidos, pretendiendo encarnar la política de la naciente Comunidad Económica Europea, cuando Alemania aún no era la potencia hegemónica que adquirió en los noventa.

Hoy, con un mercado laboral proteccionista, con percepciones sociales elevadas, poca movilidad y escasa capacidad de generación de riqueza, Francia se ha convertido en un estado inmovilista, un gigante con pies de barro galvanizado por el prestigio de su pasado; los hitos históricos que marcaron el ritmo del mundo occidental de los últimos doscientos años.

Hace tiempo que la prensa especializada está alertando que las empresas francesas han perdido competitividad, que la legislación y la cultura económica no ayudan a la adaptación a las nuevas condiciones económicas y, en eso, tiene su responsabilidad el excesivo protagonismo del Estado en la economía. La mezcla entre lo público y lo privado, eficaz en otros tiempos, se ha convertido en un lastre.

 Publicado en ÚLTIMA HORA  el 24-11-2012

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