Como filósofo, y sociólogo, Antonio Gramsci (1891-1937), fundador del partido comunista italiano, pasa por ser el mayor teórico en los resortes internos que hacen funcionar las sociedades, y el gran desarrollador del marxismo en el estudio de las instituciones, desplegando los conceptos marxistas de super-estructura e infra-estructura. Sistematizando la influencia de los organigramas institucionales latentes, de matriz ideológica, que dan coherencia a relaciones tácitas de poder conformando la sociedad, arraigadas en el inconsciente colectivo, que constituyen el mayor obstáculo para el cambio social.
Las aportaciones de Marx sobre la razón fáctica que está detrás de la realidad histórica, de un lado las infraestructuras, que son el modo de organización de las fuerzas económicas que intervienen en la producción y las relaciones que se establecen entre ellas. Y del otro, las super-estructuras que, desde los principios de la ideología, organizan las instituciones que ordenan y cohesionan el grupo social. Las sociedades se explican por sus intereses religiosos y culturales; por sus valores morales y éticos; por los principios filosóficos que moldea el modo de pensar y actuar de los individuos. Y por el sistema de creencias, tics doctrinarios, y comportamientos automatizados; apriorismos culturales, antropológicos, que intervienen en los procesos de alineación ideológica sea, o no, de modo consciente.
El relato, tan manido hoy, es la simplificación con consignas sonantes y disruptivas, (provocativas para llamar la atención y hacerse virales) de ideas simplistas y de respuestas automáticas a problemas candentes, buscando justificar ante la opinión pública doctrinarios y comportamientos con el objetivo de movilizar a seguidores ya adeptos hacia acciones que beneficien al grupo ideológicos que las vierte en las redes.
Encartado en ese contexto de las superestructuras ideológicas, el relato es la punta del iceberg, la síntesis del viejo enfrentamiento ideológico entre distintas obediencias filosóficas, pero la gravedad del momento es que la facilidad de las redes de comunicación social es campo abonado para que se instale la mentira, la estafa e, incluso en mi opinión, el crimen en la red; porque crimen es negar la evidencia y engañar a los incautos con razonamientos falsos y peligrosos, suicidas, cuando se da al elector la posibilidad de cambiar gobiernos y torcer el rumbo de los estados basándose en criterios sesgados por la información deformada intencionadamente.
Hoy, el nuevo empeño clasista crece mediante el uso de las redes sociales de comunicación, puestas al servicio de las ideologías y, particularmente de los totalitarias o de culturas doctrinarias, sin capacidad de crítica, comúnmente en los países democráticos desde una segmentación hacia perfiles conservadores.
Las consignas por la red, Incluso con falsedades manifiestas, distribuidas en círculos cerrados, busca la recluta de la opinión pública y, sobretodo evitar que los electores cautivos en los chat los abandonen y ahonden en sus convicciones, evitando que quieran contrastar la información que les llega por sus circuitos ideológicos de confianza.
La imposición de una multa millonaria al activista y teórico de la conspiración y conocido ultraderechista Alex Jones, locutor de radio y televisión, condenado a una multa de 45,2 millones de dólares por negar la matanza en la escuela elemental de Sandy Hook, en Newton (Connecticut), marca el camino hacia donde debería incardinarse el trato penal de las fake news.
https://elpais.com/internacional/2022-08-05/condenado-a-pagar-50-millones-el-ultraderechista-alex-jones-por-decir-que-la-matanza-de-sandy-hook-fue-un-teatro.html