El secesionismo, cuestión de economía. (rep. 14-4-12)

A lo largo de la historia las uniones políticas de los pueblos, para formar estados, se ha realizado a través de acuerdos dinásticos, por acciones bélicas en busca de riquezas, por intereses geoestratégicos o por decisión de las partes para formar el nuevo estado, caso de Estados Unidos, Alemania o Italia. Es decir, el estado, la unión de pueblos con más o menos afinidad y distancia cultural, se afianzan cuando cada región siente que las ventajas de la unión están por encima de sus desventajas. Ése, es un razonamiento de tipo económico. ¿Qué gano y qué pierdo con la opción A? ¿Y con la opción B? Se trata de un enfoque racional.

Una comunidad humana se justifica porque consigue niveles de bienestar común sensiblemente mayores que los que alcanzarían cada uno de sus miembros por separado.

Esa convicción es la que estuvo detrás de la formación de los Estados Unidos y de  iniciativas constructoras como la Unión Europea.

La cuestión que alimenta los secesionismos son de este modo, por un lado, la expectativa de mejora en el nivel de bienestar presente o futuro. Por el otro, la percepción de que continuar con el estatus vigente perjudica el bienestar de sus ciudadanos.

Así pues, es de cajón que si todas las personas, individual y colectivamente, aspiran a mayor bienestar querrán, también, quieren formar parte de un modelo social y político que impulse su crecimiento como personas y, colectivamente, como sociedad.

Visto así, cabe inferir que el avance de los secesionismos solo son pensables desde el fracaso en la configuración del propio estado que no es capaz de satisfacer las necesidades de todos.

El desafío al que nos enfrentamos como nación,  es darnos cuenta que en España no se da uniformidad regional y que, mientras hay comunidades autónomas que no tienen interés en algunas competencias, otras en cambio, las consideran esenciales. La inteligencia política debería de hacer posible avanzar hacia un nuevo modelo territorial mejor articulado, federal, necesariamente asimétrico (ya lo es la excepcionalidad del País Vasco) que facilite el acomodo para todos; lo contrario, sería retroceder en el tiempo dejando otra vez sin resolver la cuestión regional, mientras España seguirá despilfarrando energías sin un proyecto solidario de futuro.

(UH, 14-04-12)

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