La candidatura de José Graziano Da Silva va a presidir la FAO, la agencia de la ONU para la Agricultura y la Alimentación. Catedrático de Economía brasileño y responsable de la FAO para Latinoamérica, es visto como un símbolo del programa Hambre Cero que puso en marcha Lula da Silva en su primer Gobierno.
En los últimos 35 años, la FAO ha estado dirigida por países en vías de desarrollo, y elegir un director del primer mundo hubiera supuesto un cambio de paradigma. Brasil ha jugado con habilidad sus cartas comerciales y geopolíticas, y ha explotado su condición de gran potencia emergente, sobre todo como productor agrícola y exportador de biocombustibles. Pero, sobre todos los condicionantes, ha pesado el enorme prestigio internacional que mantiene Lula. Lo demostró la delegada de Suráfrica, al afirmar durante la reunión del G-77: «Si Graziano falla, iremos a Lula y le pediremos que lo arregle».
Al margen de las batallitas de países y grupos políticos que quieren dar jubilaciones de prestigio a políticos en uso de retiro, la cuestión está en qué es mejor, para cumplir los objetivos de los organismos internacionales, que los dirigentes pertenezcan a países con capacidad para hacer causa común con los objetivos que se marquen. El bisoño Moratinos no ha estado, al menos últimamente, a la altura de las misiones que se le han encomendado. Blandengue en la defensa de los intereses españoles durante su ministerio, y revestido de flamante inutilidad como representantes europeo en el conflicto de Oriente Medio, no parece tener capacidad para liderar una organización que en estos años va a adquirir mayor responsabilidad, y que tendrá que tomar decisiones y negociaciones que requerirán del respaldo de gobiernos influyentes y con influencia para hacer valer sus decisiones.
Ni Moratinos, …ya sabemos los buenazo que es. Ni España, ¿qué vamos a hacer?Ni Europa, con escaso margen de maniobra en estos temas, en comparación a los países emergentes y más sensibles a las crisis alimentarias, tienen que pretender dirigir o saber mejor de temáticas internacionales en las que no gozan de solvencia.
Son los países más sensibles a las cuestiones, como en este caso las de las producciones y precios agrícolas, como el propio Brasil, México, China, India, …que sí tienen contrapartidas con que presionar para nuevas políticas del comercio y la fijación de producción y precios agrícolas, los que están en mejores condiciones para negociar nuevos paradigmas. Casos como las producciones para los biocombustibles que provocan la sustitución de cultivos para alimentación, el alza espectaclar de precios y crisis alimentarias (recuérdese hace unos años en México), solo se pueden aquilatar negociando con países que demandan esas producciones, Estados Unidos, Europa sin duda, pero el partido ya se está jugando en China, India y la especulación financiera, apátrida, pero radicada en paraísos fiscales y países poco exigentes.