Después de las continuas reflexiones sobre la crisis las palabras austeridad, ineficiencia, redimensionar, reasignar funciones, …han pasado de conceptos manejados por los expertos a lenguaje común. Sabíamos, todos, del despilfarro que se daba en la administración pública, y en todas las demás. En la esfera privada, ni que decir que a partir de cierto nivel de ejecutivos el gasto en representación alcance cotas de escándalo, pero es privado; responden ante sus accionistas, que en su mayor parte están instrumentadas por equipos de gestión, alejado las más de los impositores. Lo positivo es que la sociedad ha tomado conciencia del gasto y ahora toca ver por dónde.
Ya sería hora de que se establecieran balanzas input, output de recursos energéticos, agua, de reciclado de subproductos industrailes y de consumo, etc… y se visualizara lo que pagamos por ello y los beneficios que obtenemos (precio/valor; y externalidades). Ya está bien, de que comunidades como, por ejemplo en el País vasco, que paguen a precio similar (unos céntimos de diferencia), la electricidad que se produce en otras regiones, soportando éstas las externalidades de las instalaciones productoras. Quizás, si supiéramos qué y cómo, y si los precios se ajustaran a la producción, seríamos todos más cuidadosos con el consumo, y se acabarían debates demagógico sobre energía nuclear y otras.
Está claro que si los costes de las externalidades repercutieran favorablemente en menos coste para los usuarios de los lugares de producción, se mejoraría en un mejor reparto de costes y beneficios en cada región productora neta y consumidora neta.